Por Luis Pedro Aguirre, colaborador especial de Cucurucho en Guatemala.
El arte de la imaginería de cada escuela o tendencia, es una vía directa a la estimulación de los sentidos como con cada obra de arte, pero tal como se decidió dentro de nuestra Iglesia en efemérides como el Concilio de Trento, para nosotros representa algo más pero siempre partiendo desde el concepto de arte, siendo este el puente de conexión entre el sentir más humano, a la profundidad de nuestro ser individual espiritual.
Es decir, evangelización a través del arte de la imaginería, a través del impacto psicológico lo que automáticamente dispara el sentir y la estimulación del alma.
Pareciera que Dios en su sabiduría creó una fórmula perfecta. En nuestra amada patria y en España, especialmente en la región andaluza, poseemos una preferencia directa hacia la imaginería de Pasión, la imaginería que representa una penitencia en reparo por el cruento sufrimiento de Nuestro Señor.
Centrándonos en nuestra Guatemala, cabe a consideración el hecho que nos evidencia el por qué de estas preferencias. Hablando de evangelización, la España de la época colonial utilizó intensamente el arte en la evangelización, especialmente la imaginería y en el criterio de su servidor, centrada más en imágenes de Pasión para que con el impacto psicológico que representase el dolor de Cristo, se lograra cumplir la misión de una forma más efectiva.
Al ser algo de carácter tan originario para nuestra actual cultura mestiza antañona y occidental, es evidente que las devociones nacidas en la época colonial, continuarán a lo largo de los siglos incrustandose en la más pura cultura guatemalteca dándonos un lugar reconocido ante el mundo.
Tradiciones que de generación en generación a pesar de mutar según sus necesidades, mantienen su esencia más pura, la penitencia.
La penitencia de un pueblo y sociedad que ofrenda su arte, su cansancio y su tiempo creando así automáticamente un conjunto de tradiciones siempre bajo la mirada de un Nazareno, a los pies de un Sepultado, bajo la mirada casi cerrada de un Cristo expirando o recibiendo en señal de realeza, las lágrimas de La Reina.
El impacto psicológico originario no se ha desvanecido en lo más mínimo, es mas, pareciera aumentar esparciendo en las familias la devoción a una imagen, dando paso a la existencia de arte efímero en las calles, reuniones familiares, socialización, comida, decoraciones, viajes, etc.
He ahí el por qué la Semana Santa de nuestra nación es un regalo del Señor, por que bajo una imagen de dolor y entre las filas de luto penitencia, podemos forjar la unión familiar, arte, tradiciones… Una cultura.