(texto original de Javier Castillo)
Se había llegado los días grandes de la Semana Santa 2015; con mucho regocijo empecé mi caminar desde la salida de la procesión del Sábado de Ramos hasta la noche de Lunes Santo. Mi emoción era grande para mi, después de 3 años volvería a cargar ya que por cuestiones de mi trabajo ya no había podido ir a llevar en hombros en la procesión de la Reseña con Jesús Nazareno de la Merced, el Patrón Jurado.
Desde principios de año solicité permiso para poder faltar ese día al trabajo, después de varias pruebas me lo concedieron; yo estaba feliz porque volvería a cargar en la Merced. Tenía mi plan listo: saldría de mi casa, aquí en la Antigua, a las 6:30 en bus para llegar a tiempo.
Mi primer sorpresa: me quedé dormido y no escuche la alarma; a las 7:00 de un brinco me alisté, con la angustia me vino la segunda sorpresa: mi traje no estaba limpio, busqué otro aunque no era el que quería para la ocasión, Ustedes comprenderán que pensar que luego de tantos años sin cargar tenía que estar bien arreglado para recibir en hombros al nazareno.
Salí a esperar un bus para la capital y no pasaba ninguno; como a eso de las 8:00 de la mañana logré ya ir en camino, tuve que pagar taxi para llegar al centro; para todo esto ya eran las 9:00 de la mañana; como pude llegué corriendo hasta donde estaba el cambio de turno.
No se sorprendan, mi tercer sorpresa viene ahora: con la angustia pregunto sobre qué turno tomaba en la esquina de la cuadra que logré encontrar la procesión y me indicaron que era «el Turno 5» y yo tenía el 4, se me pasó el turno. Ya con la tristeza en mi rostro me fui hasta el próximo turno y le dije al encargado «buenos días, yo se que sonara imposible pero si faltara alguien ¿podría meterme a cargar? se me pasó mi turno«, a lo que me respondió -«si claro, solo que parece que ya viene el del turno«.
Más tristeza, yo no era más que un cucurucho buscando el poder cargar, después de tanto tiempo sin hacerlo. En un momento de suerte, el encargado me coloca en las filas del turno y me indica el número de brazo, en mi mente sólo decía «ojalá que no venga el del turno».
Aquea sensación de angustia, pero no podía ser tampoco egoísta y pedir que sólo yo quería cargar, a lo que mejor medité mi situación, elevé una brevísima oración a mi Dios y le dije «tú sabes lo que deseo y lo que necesito, pero que se haga tú voluntad y no la mía».
El anda se acercaba, y nadie se acercaba a retirarme. Así es, Jesús de la Merced me concedió la oportunidad, pude cargarlo en el turno 5 y solo pude decirle «gracias Señor, que siempre se haga tu voluntad en mi».
Cada anécdota te deja una enseñanza, aquí nos hemos dado cuenta que si las cosas no las hacemos en el nombre de Dios, nada resulta. Y que nada pasa si no es por voluntad de Él. Se parte de este espacio de testimonios, para que juntos, dentro de lo que nos gusta como cucuruchos y cucuruchas, podamos hacer apostolado y lograr nuestra conversión.
Mira cuántos testimonios de hermosas manifestaciones de Dios hay:
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