Anécdota de: Melany Batres.
Uno de mis mayores sueños había sido poder llevar en hombros a mi Madre Dolorosa de La Merced de La Antigua Guatemala, soy devota cargadora de Xela y el pasado 23 de agosto del 2015, para la tan esperada Velación de mi Virgen tuve la oportunidad de viajar con mi hermana a la ciudad colonial, fue difícil desde el principio porque mis papás no me querían dar permiso de viajar sola por el hecho de transportarme en una camioneta extraurbana, de las que van de Xela para la Capital, así que mi hermana mayor al ver mi tristeza, se conmovió y dijo que me acompañaría en ese viaje. Salimos a las 6 de la mañana de mi casa sin saber la experiencia que ese día nos tocaría vivir.
Fue un viaje tranquilo y lo primero que hicimos al llegar a La Antigua fue ir a ver a la Madre en su altar de Velación, se veía tan hermosa que en ese momento supe que yo debía estar ahí porque Ella así lo había querido. Pasaron las horas y por fin llegó el momento tan esperado de su procesión intramuros, pero antes de ello, hablé con los señores directivos para que me permitieran cantarle a la Virgencita, y gracias a Dios aceptaron y el coro que estaba ahí me acompañó, me sentí muy feliz porque sabía que si no podría cargarla, al menos ya le había cantado, esa era parte de mi misión en aquella oportunidad.
Llegaron las 4 de la tarde y recordé las palabras de mi mamá, cuando me dijo que nos regresáramos temprano porque si se nos iba el tiempo, ya no encontraríamos camioneta en Chimaltenango de regresa a Xela. Me había tocado el turno 13, y por lo que me dijeron, ese turno estaría cargando más allá de las 5 de la tarde, en ese momento me desilusioné porque sabía que cargar a esa hora sería casi imposible; otra cosa que no me permitía quedarme hasta tarde era que al día siguiente tenía dos exámenes en la Universidad, puntos que no podía perder…
Así que al levantar el anda de la Madre, solo la miré y le dije: «Madre mía, tú me has querido aquí contigo y he cumplido, gracias por la oportunidad de venir a verte». El momento más triste fue cuando le dije a mi hermana que ya era hora de regresar, entonces ella me vió y me dijo: «si ya estamos aquí vas a cargar, solo mira que alguien te cambie el turno por uno que cargue antes». Escuchar esas palabras me motivó mucho, pero a la vez me dio miedo de saber que era muy probable que ya no pudiéramos regresar ese mismo día a casa; sin embargo ella me dijo: «Tené fe de que vamos a llegar». No esperé más y empecé a buscar quien me cambiaba el turno, encontré a una joven con el turno 10 y le expliqué mi situación, no había terminado de hablar con ella cuando ya me estaba entregando su turno, ella fue una luz para mi en ese momento; así que me fui a cambiar y a ponerme el atuendo negro con el que iba a cargar.
Estaba muy emocionada porque se acercaba mi turno, me puse en filas y pude llevar en hombros a mi amada Dolorosa, fue un momento inolvidable, lleno de lágrimas y más que todo, le pedía a Ella que no nos dejara solas, que nos acompañara de regreso a Xela. Terminé de cargar y pasé despidiendo a mi Nazareno de La Merced. Recuerdo que con mi hermana empezamos a correr para cambiarme de nuevo y nos encaminamos hacia el Parque San Sebastián, donde hacen parada los buses que van a Chimaltenango.
A eso de las 6 de la tarde llegamos a Chinaltenango, nos bajamos rápido con la esperanza de encontrar camioneta lo más pronto posible; el cielo empezó a oscurecerse, ya nos costaba ver y caminamos más de 2 kilómetros en busca de transporte, con el miedo de que algo nos pasara, pero con la fe puesta en el Señor y en la Virgencita, de que estaríamos siempre protegidas… A la orilla de la carretera pasaban los buses, pero ninguno con destino a Xela o a 4 caminos, en un momento de descuido se nos pasó un bus que venía directo a Xela, corrimos para tratar de alcanzarlo, pero ya era demasiado tarde, LO HABÍAMOS PERDIDO.
En ese rato solo quise llorar pero mi hermana fue mi fortaleza y me dijo que siguiéramos esperando. Dieron las 7 de la noche hasta que pasó una camioneta que «decía» que venía para Xela, nos subimos y ya más tranquilas pudimos contestarle las llamadas a mi mamá, que estaba preocupada porque no nos habíamos comunicado desde la 1 de la tarde más o menos. Al cobrarnos el pasaje, el ayudante dijo que solo llegaría a Los Encuentros, sentí que se me fue la vida y comencé a comunicarme con mis amigos para que alguien hiciera favor de ir a traernos a Los Encuentros, no podía pedirle eso a mis papás porque sabía que de una buena regañada no me iba a librar, y que al enterarse me quitarían toda clase de permisos, incluso poder estar el domingo siguiente en la procesión de Velación de mi Virgen de Dolores de San Nicolás (Quetgo.).
Llegamos a Los Encuentros, había poca gente y una pareja de comerciantes con su bebé esperando también transporte para Xela, la noche estaba muy fría y entre tanta desesperación pensamos en irnos en un camión donde transportan costales junto con las personas que se encontraban en el lugar. Mientras seguíamos a la espera, dieron las 9 de la noche, sin saber que el bus que esperábamos era el mismo que se nos había pasado en Chimaltenango… Milagrosamente una panel apareció y el chofer dijo que nos llevaría a Xela, sin poder creerlo, nos subimos y uno de mis mejores amigos dijo que nos esperaría en 4 caminos… Para no hacer más larga la historia, todo lo planeado se llevó a cabo así hasta que mi amigo nos vino a dejar a la puerta de la casa.
Por eso digo que el turno empezó desde que salí de mi casa y terminó al entrar de regreso. Estoy segura que el Señor y la Virgen Santísimaa, enviaron ángeles a nuestro rescate. Fue una experiencia que jamás olvidaremos mi hermana y yo; por lo que ya estamos planeando el 22 de noviembre hacer el mismo viaje para la Velación Anual de mi Jesús Nazareno de La Merced.
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