(Texto original de Maggie Castillo)
Desde muy pequeña, mi devoción ha sido muy especial en el cargar, y ver con anhelo el cuándo me tocaría llegar a participar en las procesiones de Semana Santa, nunca me pude imaginar el amor y respeto que desde el año 1996 nacería de mi hacia Jesús de la Merced. Mi devoción nació por mi abuelita que me contaba anécdotas bellas en torno a esta imagen, recuerdo sus palabras tan claras «lo que le pidas con fe, Dios te lo da».
Iniciaba la Semana Santa y ella (mi abuelita) se enfermó, por lo que el Martes Santo no pude acompañar al Patrón Jurado en su procesión de la Reseña; por la tarde, recuerdo de manera tan clara las imágenes en mi mente, me di la ‘escapadita’ y fui a verle; algo tan hermoso y único: el Señor se encontraba en el piso, lo acababan de bajar del anda y fue la primera vez que lo tuve tan cerca, que sentía que mi corazón se me escapaba por la boca; tenía a mi lado a no más de tres personas y una de ella me susurró «bese su túnica, ya nos lo vamos a llevar».
Mi mente se puso en blanco y con una reacción fuera de lo que me habría permitido ese hombre, abracé a mi Jesús de la Merced y le dije: «si va a sufrir llévatela sin dolor, gracias por habérmela prestado, ahora te la devuelvo» (refiriéndome a mi abuelita). Regresé a mi casa con una paz que no he vuelto a sentir.
El Miércoles Santo a las 7:00 a.m. se iba mi ángel, y Dios me había escuchado: se marchó sin dolor, cumplió lo que le pedí, lloré y lo hago al contarlo en este espacio. Le ofrecí a mi Nazareno que el Viernes Santo podría acompañarle, solo que me esperara después del sepelio de mi abuelita y yo podría correr a donde Él se encontrara. Fue la segunda vez que me sorprendió, salimos del cementerio general alrededor de las 2:00 de la tarde y literalmente ahogándome en el trafico logré llegar a la 11 avenida y 4 calle, Jesús de la Merced se encontraba dando la vuelta sobre el atrio a punto de enfilarse y bajar el anda.
Ahí me permitió llegar a la puerta, lo bajaron y un cucurucho, al igual que aquel hombre del Martes Santo, me dijo «entre, así lo aprecia dentro del templo». Sin imaginarlo me puso en la vida y en ese instante a un hombre que hoy es mi esposo, y que nieto de un gran devoto y colaborador de la parroquia de la Merced a principios de los años 30´.
Con el paso de los años, Jesús de la Merced, el «Patrón Jurado», nos ha cuidado y bendecido como hogar a sus pies, fuimos a presentar a nuestra hija, y bajo la bendición de Dios a través de este bello nazareno, la bautizamos y ante Él unimos nuestras vidas en el sacramento del matrimonio.
¡Jesús, siempre Jesús!
¿Qué anécdota tienes para contarnos? se parte de estas comunidad que crece en su Fe a través de estas experiencias de amor y devoción.
Sigue fortaleciendo tu devoción, aquí hay más anécdotas: