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Memorias inolvidables con Jesús del Beaterio de Belén

Anécdota de: Ángel.

Desde hace 15 años aproximadamente, asistía cada martes santo a la procesión de la reseña con mi familia (actualmente tengo 22 años), era muy especial y esperado poder depositarle un ramo de flores, a los pies de Señor. Cada año escuchaba acerca de la otra procesión que salía el martes santo, la de Beatas de Belén. Como buen cucurucho que gusta de las procesiones siempre deseaba «quedarme a ver» esa otra procesión, pero al no vivir en el centro de la ciudad y además que en esos años aun salía a las 16:00 hrs. nunca podía hacerlo.

En ese entonces ya escuchaba todos los días la programación radial de cuaresma, y un programa que me gustaba mucho (y me sigue gustando) era el de la 1pm con Mons. Marco Aurelio.

Hace 10 años, motivados por los mensajes que Mons. daba en su programa, decidimos ese año  ir a conocer a Jesús de la Indulgencia en su día de velación, el primer domingo de marzo.
Desde luego quedamos impresionados ante la belleza y dramatismo del nazareno, desconocido hasta ese entonces para nosotros. Fue el inicio de un amor de mi familia hacia la imagen de Jesús que perdura hasta hoy en día.

Yo nunca me había revestido de cucurucho, pero sin dudarlo, sin saber si podría conseguir mi uniforme durante esa cuaresma y recordando la frase de moseñor «Hace falta un cucurucho…» compré mi primer turno para la procesión del martes santo. Gracias a Dios el sábado anterior a ramos ahí estaba recogiendo mi turno, cargaría por primera vez a un nazareno de la capital.A partir de ahí cada año la fe y el amor a Jesús de la Indulgencia creció en mi familia y cada martes santo es esperada su procesión y el momento de llevarlo en hombros.

Llegó el año 2,014 y el anuncio de que en la cuaresma del 2015 Jesús seria consagrado. Al enterarme de la procesión de consagración y que todas las comisiones estarían disponibles,  pensé que definitivamente quería cargar la salida de tan magna procesión, y Dios me permitió llegar el primer día de las inscripciones y adquirir ese anhelado turno. Pasaron los días, inició la cuaresma, y llegó el cuarto sábado donde asistí a ver a Jesús de la Indulgencia prediciendo el altar de la catedral en su velación, fue una imagen imborrable.

Al día siguiente muy temprano por la mañana salimos con mi familia rumbo a la Catedral para tener un buen lugar para vivir la Eucaristía de la consagración, esa mañana hacia mucho viento y cuando íbamos de camino el viento provocó que el capó del carro se levantara y chocara en el windshield, gracias a Dios no circulaban muchos carros alrededor y no pasó a mas, con mucho cuidado nos pudimos aorillar para componerlo y asegurarlo, ¡pero fue un gran susto!.

Por fin, aunque aún algo asustados, llegamos a Catedral y pudimos vivir plenamente la Eucaristía, la primera vez que presenciaba por completo la consagración de una imagen en vivo. Me quedo sin palabras para describir esos místicos momentos.

Terminó la misa, el  nerviosismo y los sentimientos me embargaban, no podía asimilar del todo que estaba caminando a formarme en el patio del antiguo colegio San Jośe de los Infantes para levantar a Jesús después de haber sido consagrado.

Llegué a ese punto y ver a la personas formándose y vi el monumental mueble con ese bello adorno, frente a la puerta lateral de la catedral, esa tarde soleada que hacia que lucieran mas todos esos detalles dorados. Recuerdo que el representante de la asociación nos dirigió algunas palabras, diciéndonos en síntesis que disfrutáramos ese momento, que eramos privilegiados en ser los primer en llevar en hombros a Jesús ya consagrado, se me enchinaba la piel y me daban ganas de llorar de alegría y agradecimiento, me sentía indigno. Ya nos encontrábamos formados y era también un honor ver que en mi fila iban personalidades como el Lic. Luis Manuel Muñoz o el Dr. Fernando Urquizú.

Entramos el mueble a catedral, todas las personas admirando ese bello trono que hacia su ingreso, fue colocado frente al altar y luego fue trasladado Jesús, ataviado con esa hermosa túnica roja con tan profusos bordados y ese resplandor tan característico que lo engalanaba aún más.

El momento había llegado, eran las 3 de la tarde, a mi espalda podía observar al maestro Antonino Oddo, listo para dirigir por primera vez en una procesión su impresionante composición «Indulgencia» a la cual guardo un especial cariño ya que pesé a ser extranjera es dedicada a una imagen guatemalteca como Jesús del Beaterio, y cada martes santo revivo todos estos recuerdos cuando al paso de la procesión por el palacio nacional suena esta hermosa marcha.

Suena el timbre, los timbales, momento de levantar el anda, el sueño se cumplía, el anhelo era toda una realidad, ahí estaba yo, y no podía creer que en verdad estuviera ahí, suena Indulgencia, lentamente se hace el viraje del mueble de 80 brazos en un espacio tan pequeño hasta enfilarlo en la nave central de la Bicentenaria Catedral, momento de oración, de lágrimas y sobre todo de agradecimiento, eramos Jesús y yo en ese momento, así como estoy seguro sentían los otros 79 caballeros del turno, eramos unos privilegiados. Terminaba la marcha, el receso, volvía a sonar el timbre y sonaba Consagración, tan propia para ese momento, y que además me recordaba también a mi otro amor mi Cristo Rey.

Llegamos hasta el dintel de la puerta santa de la catedral, suena la granadera, la algarabía, la emoción, Jesús salia a la calle ya consagrado. Viramos frente a catedral, suena su marcha clásica «Jesús de la Indulgencia» y sabia que estaba pronto a terminar el tan esperado turno, llegamos a la esquina del portal, sonó el timbre, momento de entregar el brazo, lágrimas, y mi familia me esperaba a la orilla con rostros de alegría, ojos llorosos, vimos pasar a Jesús, imborrable día, aquel 15 de marzo del 2015.

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