El mes de octubre está lleno de historia y tradición entorno a la Virgen del Rosario, entérate cómo los adornos de la Basílica del Rosario iban cambiando.
Por: Jorge Mario Díaz, colaborador especial para Cucurucho en Guatemala.
El viento fresco de antaño nos anuncia la llegada del mes dedicado a Nuestra Señora del Rosario, patrona de Guatemala y ha despertado en mí recuerdos de aquellos meses de octubre de mi niñez allá por los años ’50 en la cintura del siglo XX, donde todo se unía por el triunfo de la Virgen en la batalla de lepanto que milagrosamente el Rosario de Nuestra Señora obró en aquellos cristianos triunfaran sobre los maumetanos o musulmanes.
Los bronces de las campanas formaban plegarias, mientras los pabellones del rosario perpetuo: rojo, azul y blanco; y del rosario viviente: amarillo, rojo y blanco ondeaban en las astas luciendo sus blasones uniéndose al baile de las hojas de las palmeras del atrio del templo dominico.
Desde 1934 la imagen de Nuestra Señora había lucido constantemente el ajuar de la coronación, bordado por la señorita María Luisa Bran, luciendo sus colores blanco y corinto claro; y se complementaba por los bellísimos damascos corintos forrados las columnas de la basílica de Nuestra Señora.
En los años 50’s se sufren grandes cambios, llegando el gran altarero y decorador don Ramiro Araujo, que trata de volver a darle a la basílica del Rosario los adornos propios de la altarería tradicional guatemalteca.
Los damascos son cambiados por cortinajes transparentes con bellísimos galones dorados y todo ese conjunto se complementa por adornos de rosas, mayormente de papel crepé y con un foquito en el centro, lo que le da gran belleza a este decorado del templo dominico.
Generalmente en esta época se vuelven a recobrar los ajuares de Nuestra Señora que habían estado guardados para lucir el traje de la coronación, y don Ramiro Araujo vuelve a revivir esa costumbre, utilizando el rojo de los arabescos, el rojo que conocemos como «asimétricos» y algunas veces un verde oscuro con rosas pequeñas bordadas en oro elaborados en Guatemala.
Hay que destacar que ambos trajes rojos son de origen europeo, y que desde hace mucho tiempo la Santísima Virgen luce.
En el año de 1959 se cumplían los 400 años de la fundación de la cofradía del Rosario y para esa ocasión se preparan grandes cambios, como el retablo de la basílica y se había encargado en la Casa Central un traje de color azul claro con bordaduras doradas. Tristemente ni el retablo ni el traje de Nuestra Señora llegan a tiempo.
Don Ramiro Araujo había preparado un bellísimo encortinaje amarillo y turquesa con adornos plateados, al no tener la Virgen un ajuar que luciera con el cortinaje, se le ocurre vestirla con un traje amarillo oro y formando los bordados, usó un conjunto de hojitas plateadas troqueladas que desde abajo parecía un bellísimo bordado.
En este mismo año se hace una peregrinación a la Antigua Guatemala, donde Nuestra Señora se fue descubierta en una plataforma móvil que fue recibida con gran devoción por todos los pueblos por donde pasaba la Santísima Virgen.
En esta ocasión la imagen de la Virgen usó la tunicela que conocemos como «la asimétrica» y se colocó en sus hombros el manto de la Coronación Pontificia.
Hay que destacar que sólo Nuestra Señora del Rosario en 1959 junto a Jesús de Candelaria son las únicas imágenes que han peregrinado a la Antigua, de forma «descubierta» para que los pueblos por donde pasaban pudieran venerarles.
Hay mucha historia que contar del mes de octubre, y más adelante podré compartirles estas características que engalanan a la Virgen del Rosario y sus procesiones.