(Texto original de Juan Carlos Pérez)
Yo desde pequeño, siempre había oído hablar sobre la Semana Santa y sus tradiciones. De vez en cuando veía por la televisión las transmisiones de las procesiones por el Centro Histórico. Más de alguna vez fui a verlas en persona, con mis papás, pero yo estaba muy pequeño como para entender el mensaje que dejaban en las personas que acudían a verlas.
Nunca me imaginé, nunca pensé que alguna vez yo formaría parte de ellas y quizás nunca tuve la intención de hacerlo.
En el año 1998, reunidos en la zona 1, justamente un Sábado del Consuelo, con unos compañeros de la universidad, por asuntos de una investigación, pude ver el paso de la Consagrada Imagen de Jesús del Consuelo justo en la 5a. avenida y 4a. calle de la zona 1. Sin embargo, como dije antes, nunca me imaginé que algún día estaría participando dentro de un cortejo procesional.
Al año siguiente, un amigo que en ese entonces pertenecía a la hermandad o asociación del Santuario de Guadalupe, quienes organizan las procesiones de la Virgen de Guadalupe y la del Señor de Esquipulas, que en ese entonces se llevaba a cabo el Tercer Domingo de Cuaresma, me obsequio el Turno 9 para la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno del Consuelo, pero, fue el mismo sábado por la mañana que me informo sobre el turno
No tenía ni siquiera mi traje listo, ni mi camisa planchada, ni los zapatos lustrados, ni sabía que tenía que usar guantes negros, pero con mi esposa nos alistamos y nos fuimos al punto de encuentro con Jesús del Consuelo en la 5a. calle y 1a. avenida de la zona 1.
Yo iba sumamente nervioso, no sabía cómo hacer el cambio de turno, pensaba: «¿Será que voy a aguantar?», «¿será que haré bien las cosas?». Vi cuando los demás que esperaban el turno se hincaron, hice lo mismo, en espera de recibir en hombros el andas procesional, no recuerdo cuál marcha interpretaron, por ese tiempo no tenía mucho conocimiento sobre el pentagrama fúnebre, recibí y termine mi turno muy nervioso, pero sintiendo lo que solo los cucuruchos sentimos, cuando el turno se acaba.
Me adelantaba las cuadras para volver a ver a ese amigo que inspira consuelo, a ese amigo que nunca nos fallará, a ese amigo que siempre estará con nosotros, a ese amigo llamado Jesús del Consuelo. Ese año era ya muy tarde para integrarme a otros cortejos procesionales y ese día se despertó en mí, el cucurucho que muchos llevamos dentro sin saberlo.
¿Y tú hermano Cucurucho, tienes una historia o vivencia que contar? ¡Compártela en nuestra sección Anécdotas!