RITO DE CONSAGRACIÓN DE UNA IMAGEN
Rev. P. Tulio P. Rivera.
Profesor de Liturgia
Este fue el rito de Consagración del Señor de la Preciosa Sangre
Jesús Nazareno y Señor Sepultado
Patzicía, Chimaltenango
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA
Reunido el pueblo, el obispo con los ministros va al altar, mientras se entona el canato de entrada.
SALUDO
Terminado el canto de entrada, el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el Obispo dice:
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R . Amén.
V. La paz esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
El Obispo invita a los fieles al arrepentimiento:
Hermanos:
Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
Se hace una breve pausa de silencio. Después, hacen todos en común la confesión de sus pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Obispo concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R . Amén.
KYRIE
V. Señor, ten piedad
R. Señor, ten piedad
V. Cristo, ten piedad
R. Cristo, ten piedad
V. Señor, ten piedad
R. Señor, ten piedad
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
Oración Colecta
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz para salvar a todos los hombres, concédenos aceptar por su amor la cruz del sufrimiento aquí en la tierra, para poder gozar en el cielo los frutos de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo.
Liturgia de la Palabra
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Números. 21,4-9:
Los israelitas partieron del monte Hor por el camino del Mar Rojo, para bordear el territorio de Edóm. Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!».
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes».
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado. Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
Sal 78(77),1-2.34-38:
R/ No olvidéis las acciones del Señor
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado.
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador.
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza.
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11:
El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor». Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R. Aleluya.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 3,13-17:
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Palabra del Señor
Homilía
RITO DE CONSAGRACIÓN
RESEÑA HISTÓRICA Y DEVOCIONAL (O LECTURA DEL DECRETO).
Uno de los miembros de la comunidad parroquial se dirige a los presentes, para hacer una breve reseña histórica que atestigüe el culto y devoción de las imágenes veneradas en la parroquia y justifique la consagración.
Seguidamente el Obispo habla brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
En verdad, queridos hermanos, tenemos motivos para alegrarnos, ya que vamos a ungir con el santo Crisma estas imagenes de nuestro Señor Jesucristo, veneradas con los titulos de “La Preciosa Sangre”, “Jesús Nazareno” y “Jesús Sepultado”; destinadas a la pública veneración.
Estas sagradas imágenes han de recordarnos en primer lugar que Cristo es imagen visible de Dios invisible: el Hijo eterno de Dios, que bajó al seno de la Virgen, es signo y sacramento de Dios Padre. Él, en efecto, dijo:
«quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Al venerar, pues, esta imagen, levantemos los ojos hacia Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo reina para siempre.
El Obispo con estas palabras u otras semejantes invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Oremos, queridos hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, para que, al recordar el misterio de Cristo,
alcancemos los beneficios de nuestra salvación.
Y según las circunstancias todos oran durante algún tiempo en silencio.
ORACIÓN
El Obispo, con las manos extendidas, dice la oración:
Te bendecimos, Padre, amigo entrañable del género humano, porque enviaste al mundo a tu Palabra, para que, encarnándose en la Virgen purísima, fuera nuestro salvador y nuestro hermano primogénito,
en todo igual a nosotros, menos en el pecado.
En Cristo nos diste el supremo modelo de santidad; la Iglesia lo vnera en su infancia y, cuando lo mira como débil niño en la cuna, lo adora como Dios todopoderoso; cuando contempla su rostro, ve en él la expresión de tu bondad, y cuando recibe de su boca las palabrass de vida, se llena de tu sabiduría; al sondear lo profundo del amor de su corazón, ella misma se abrasa en aquel fuego del Espíritu que él derramó para hacernos renacer a una vida nueva; cuando lo mira enrojecido por su sangre divina, venera esta sangre preciosa, con la que ella misma ha quedado purificada; y, al exultar por la resurrección de Cristo, participa y experimenta de antemano la gloria de su Esposo.
A ti, pues, Señor, te pedimos humildemente que tus hijos, al venerar esta imagen de Cristo, tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús y, ya que son imagen del hombre terreno, sean un día también imagen del hombre celestial.
Que tu Hijo sea para ellos, Padre, el camino por el que vayan hacia ti; la verdad que ilumine sus corazones, la vida de que se alimenten y vivan; que él sea para ellos la luz que disipe las tinieblas del camino, la piedra en la que descansen al fatigarse, la puerta por la que sean admitidos en la nueva Jerusalén.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
UNCIÓN E INCENSACIÓN
Después de la oración, el Obispo, acompañado por un presbítero que lo asiste con el santo Crisma, se acerca a cada una de las imágenes para imponer las cruces y ungirlas. Seguidamente pone incienso en el turibulo e inciensa cada una de las imágenes, mientras se canta el himno Te Deum.
Credo
Oración de los Fieles
LITURGIA EUCARÍSTICA
RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena con las manos juntas dice: Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, no atrevemos a decir:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
El Obispo, con las manos extendidas prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. – Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
La paz os dejo, mi paz os doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. – Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El Obispo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego el diácono dice:
Dense fraternalmente la paz.
Y todos se dan la paz.
FRACCIÓN DEL PAN.
Cordero de Dios…
El Obispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo
muestra al pueblo, diciendo:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
CANTOS DE COMUNIÓN
Oración postcomunión:
Señor nuestro Jesucristo, tú que nos has redimido por medio de tu Cruz y nos has hecho partícipes de tu Cuerpo y de tu Sangre, concédenos participar también de la gloria de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Agradecimientos
RITO DE CONCLUSIÓN
El Obispo, con las manos extendidas sobre los ordenados y el pueblo, pronuncia la bendición:
El Dios que dirige y gobierna la Iglesia mantenga su intención y fortalezca sus corazones para que cumplan fielmente su ministerio.
Todos: Amén.
El Obispo:
Que él os haga servidores y testigos en el mundo de la verdad y del amor divino, y ministros fieles de la reconciliación.
Todos: Amén
El Obispo:
Y a todos ustedes, que están aquí presentes, les bendiga Dios todo poderoso, Padre +, Hijo +y Espíritu Santo.
Todos: Amén
El diácono añade:
Pueden ir en paz
Todos: Demos gracias a Dios.
CANTO FINAL