No estuve a tiempo, verso #11.
Es la hora en punto. La hora exacta en que debía estar en el lugar de reunión con mi Cristo Nazareno. El ha llegado a la esquina, está esperándome, ansía que yo esté ahí, me busca, sus brazos abiertos están prestos a estrecharme, y yo no estoy…
Algo me ha impedido estar puntual a la cita, es una situación fortuita e insalvable que me ha dejado con el alma vacía al no poder estar con mi Cristo para llevarle en mis hombros, para ayudarle a cargar su cruz, para sentir el peso del madero que representa mis culpas. No estoy en el lugar preciso, estoy muy lejos y me es imposible llegar a esa esquina y cumplir con mi misión.
Ya no podré ver este año a Jesús, no podré ver su anda imponente, su artística alegoría, su mensaje espiritual. Estoy triste, no puedo sentir otra cosa pues se me ha escapado este año, la oportunidad de tenerlo más cerca de mi, y ya no valen excusas, por justas que sean, no son más que eso, y ellas no harán que recupere mi turno, que Cristo regrese a la esquina en la que me esperaba.
El tiene muchas más personas que han hecho el compromiso de encontrarlo este año en mi turno, y lo único que puedo hacer es quedarme un momento en soledad, y desde aquí rezarle, pedirle que escuche las peticiones que no le pude hacer a sus pies, darle las gracias por las bendiciones que me ha prodigado, a través de una callada oración que estoy seguro que escuchará, entre tantas que de cada cargador le llegaron en lo que era “mi cuadra”
Tendré que esperar trescientos sesenta y cinco días más para sentir el peso de tu cruz, tendré que llenarme de resignación y decirte desde la distancia… “Primero Dios, el otro año, Jesús… Ayúdame Señor, para que el próximo año si nos encontremos”.