Anécdota de: ‘Un apasionado cucurucho.’
En el 2013 presencié por primera vez la solemnísima procesión del sepultado de San Felipe.
Fue tan emocionante verlo tan cerquita mientras su trono procesional pasaba a menos de un metro de mi, que se me cortó la respiración y los parpadeos.
Tan especial fue ese momento que me propuse cargarlo el siguiente año, cosa que no pude realizar por cosas de la vida.
Llegó el 2015 y logré cargar al «jefe» al compás de Mater mea, mientras mis ojos no dejaban de derramar lágrimas por agradecimiento y contrición.
Terminé mi turno y ya anhelaba vivir en el 2016 una jornada más al lado de mi amado. Y así pasó…
Soy de Escuintla, pero cucurucho de Antigua Guatemala y Ciudad Capital.
Si pudiera, cargaría en todas las procesiones de Antigua y Capital, pero somos humanos y estamos limitados en muchos aspectos.
En mi caso, muy particular, estoy limitado sobre todo económicamente, pero mi espiritu cucuruchesco es más fuerte que el hambre y la sed.
Debo aclarar que en viernes Santo soy exclusivo de Jesús de San Felipe, por lo que anhelo con todo el corazón la llegada de ese dia especial.
Este año, como muchos atrás, pasé fuertes problemas económicos, cosa que ponía en riesgo mi participación en el cortejo del «jefe», sin embargo, viajé a la ciudad colonial solamente con el costo del pasaje, pues viajé en bus colectivo, y aproximadamente 30 quetzales para comprar algo para comer. El plan ya estaba hecho, en vista de mi condición económica -no tenía ni para hospedaje- prometí al «jefe» andar con Él las 15 horas que dura el cortejo, y así lo hice.
Llegué a Antigua, almorcé algo sencillo, recogí mi turno, ingresé a filas y caminé allí hasta la hora de la cena. Vaya que cena: Un pan con pollo y una agua pura en bolsa, de esas de a Q.0.50.
Pasaron las horas del viernes santo, y se daba la bienvenida al Sábado Santo. Esas horas de la madrugada eran las más difíciles, pues el hambre, la sed, el frío y el sueño se hicieron presentes (más el sueño, pues el Jueves Santo no había dormido nada por cargar en Candelaria y al amanecer ver la procesión del Patrón Jurado).
Los rayos de sol y la matraca del templo anunciaban la triste verdad, Jesús estaba a punto de terminar su recorrido, y a mi me tocaba despedirme de Él y regresar a casa después de una sacrificada, pero hermosa jornada.
Entró el «jefe» y me dirigí a la estación de buses, y vaya sorpresa: Los buses hacia la Costa Sur estaban cobrando más de lo normal por ser un dia «feriado» y yo solo había apartado «lo normal» de dinero, pues lo demás lo había utilizado en la «cena» del dia anterior.
No sabia que hacer, pues si no tenía el valor del pasaje no podría viajar. De alguna forma tenía que completarlo, pues si no, no podría regresar a casa.
Se me ocurrió platicar de mi situación con alguna persona, pero supuse que no me creerían por tanta inseguridad que hay en el país. Entonces me propuse platicar con un extranjero sobre mi situación y tratar de venderle algo cuaresmal a modo de souvenir. En ese momento hasta pasó por mi mente vender la cartulina que había usado el dia anterior con Jesús de San Felipe, pero gracias a Dios no hubo necesidad.
Después de dar un montón de vueltas buscando a quien hablarle, Dios puso en mi camino a dos «ángeles»: Encontré a un par de ancianos americanos sentados en una banca de la plaza central, muy amables por cierto.
Gracias a que hablo un poco de Inglés me acerqué a ellos, los saludé y hablamos sobre la Cuaresma y Semana Santa guatemalteca. Ya entrados en el tema les expliqué mi situación y les ofrecí mi cartulina a cambio de Q.15.00 -solamente lo necesario para completar el pasaje de regreso a casa-. No aceptaron la cartulina, pues les había explicado que para un cucurucho, una cartulina no es un simple pedazo de cartón, sino es un especial recuerdo de esa jornada al lado del amor de nuestros amores.
Recordé que dentro de la pequeña mochila que me acompañaba, había tres afiches informativos que había recibido un dia antes, de esos que dan en los kioscos informativos sobre procesiones (uno de Jesús de la Merced, uno del Sepultado escuelero y uno del Sepultado de San Felipe).
Ellos sabían que incluso el afiche de Jesús de San Felipe era especial para mi, por lo que aceptaron solamente el afiche del Sepultado escuelero, dándome por él Q.20.00, aunque después me proporcionaron Q.20.00 más.
Me sentí mal, pues había vendido un afiche que se distribuye gratuitamente, pero a esa hora del Sábado Santo los kioscos informativos estaban cerrados y obviamente ya no había en existencia los afiches de las procesiones del dia anterior.
Me despedí muy agradecido con Dios y con los dos ángeles que puso en mi camino y me dirigí a la estación de buses para regresar a casa.
Aunque se que nunca volveré a ver a esos dos ángeles, fue un gustó conocerlos y conocer su agrado por la cuaresma y Semana Santa guatemalteca.
Sin dudas, el ser cucurucho no es una moda, sino un estilo de vida. Lo que me pasó fue una experiencia inolvidable que contaré a mis hijos, para que entiendan que un cucurucho de corazón es capaz de pasar hambre, sed, frio y sueño, solo para ver un andas mecerse al ritmo de marchas solemnes.
Espero en Dios, que mi economía sea mejor el otro año, pero si no es su voluntad, que me conceda una Cuaresma y Semana Santa más en Guatemala aunque sea pobremente.
¿Qué eres capaz tu de hacer por estar cerca de Jesús? cuéntanos, y lo compartiremos en el sitio: