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Las imágenes sagradas: un estímulo de Fe

Del muro de ADCA:

La Devoción hacia las diferentes imágenes de Pasión, de Nuestra Santa Madre en sus diversas Advocaciones y Santos, es algo muy arraigado en la feligresía de Guatemala, siendo las mas grandes muestras de esto, durante la cuaresma y semana santa, en la cual se pueden ver públicamente demostraciones devocionales que compungen hasta lo mas profundo aun así a los más escépticos, lagrimas, oraciones, ofrendas y tantas otras muestras de un pueblo profundamente identificado con la conmemoración de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro señor, a quien se le ve reflejado en las diferentes imágenes de nazarenos, dolorosas, soledad o yacentes a quienes se les rinde veneración y pleitesía en calles, avenidas y plazas durante los cortejos, el los templos durante el resto del año, y en cada hogar existe un lugar especial a manera de altar para estas sagradas imágenes.

Dios esta por sobre todo, La Fe, no debe confundirse con la Devoción, ni con la Veneración, sin estas previas las conmemoraciones y tradiciones no tendrían lógica, nuestra cultura y espiritualidad es única, acrisoladas en el marco de respeto y amor a Dios.

Para comprende un poco mas conozcamos mas sobre como el Concilio de Nicea, La Apologética y la Iglesia misma nos dicen sobre la contemplación y veneración a las imágenes.

IMÁGENES CATEQUESIS PRACTICA Y MEDIO DIDÁCTICO DE EVANGELIZACIÓN

Doctrina católica sobre el sentido de las imágenes religiosas por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos:

Las Imágenes Devocionales

Una expresión de gran importancia en el ámbito de la piedad popular es el uso de las imágenes sagradas que, según los cánones de la cultura y la multiplicidad de las artes, ayudan a los fieles a colocarse delante de los misterios de la fe cristiana.

La veneración por las imágenes sagradas pertenece, de hecho, a la naturaleza de la piedad católica: es un signo el gran patrimonio artístico, que se puede encontrar en iglesias y santuarios, a cuya formación ha contribuido frecuentemente la devoción popular.

Es válido el principio relativo al empleo litúrgico de las imágenes de Cristo, de la Virgen y de los Santos, tradicionalmente afirmado y defendido por la Iglesia, consciente de que «los honores tributados a las imágenes se dirige a las personas representadas».

El necesario rigor, pedido para las imágenes de las iglesias – respecto de la verdad de la fe, de su jerarquía, belleza y calidad – debe poder encontrarse, también en las imágenes y objetos destinados a la devoción privada y personal.

Puesto que la iconografía de los edificios sagrados no se deja a la iniciativa privada, los responsables de las iglesias y oratorios deben tutelar la dignidad, belleza y calidad de las imágenes expuestas a la pública veneración, para impedir que los cuadros o las imágenes inspirados por la devoción privada sean impuestos, de hecho, a la veneración común.

Los Obispos, como también los rectores de santuarios, vigilen para que las imágenes sagradas reproducidas muchas veces para uso de los fieles, para ser expuestas en sus casas, llevadas al cuello o guardadas junto a uno, no caigan nunca en la banalidad ni induzcan a error.

Las Imágenes Sagradas.

Fue especialmente el Concilio Niceno II [año 787], «siguiendo la doctrina divinamente inspirada de nuestros Santos Padres y la tradición de la Iglesia Católica», el que defendió con fuerza la veneración de las imágenes sagradas: «definimos, con todo rigor e insistencia que, a semejanza de la figura de la cruz preciosa y vivificadora, las venerables y santas imágenes, ya pintadas, ya en mosaico o en cualquier otro material adecuado, deben ser expuestas en las santas iglesias de Dios, sobre los diferentes vasos sagrados, en los ornamentos, en las paredes, en cuadros, en las casas y en las calles; tanto de la imagen del Señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, como de la inmaculada Señora nuestra, la santa Madre de Dios, de los santos Ángeles, de todos los Santos y justos».

Los Santos Padres encontraron en el misterio de Cristo Verbo encarnado, «imagen del Dios invisible» (Col 1,15), el fundamento del culto que se rinde a las imágenes sagradas: «ha sido la santa encarnación del Hijo de Dios la que ha inaugurado una nueva economía de las imágenes».

Foto: colección de Luis Fernando Ordoñez

La veneración de las imágenes, sean pinturas, esculturas, bajorrelieves u otras representaciones, además de ser un hecho litúrgico significativo, constituyen un elemento relevante de la piedad popular: los fieles rezan ante ellas, tanto en las iglesias como en sus hogares.

Las adornan con flores, luces, piedras preciosas; las saludan con formas diversas de religiosa veneración, las llevan en procesión, cuelgan de ellas exvotos como signo de agradecimiento; las ponen en nichos y templetes, en el campo o en las calles.

Sin embargo, la veneración de las imágenes, si no se apoya en una concepción teológica adecuada, puede dar lugar a desviaciones.

Es necesario, por tanto, que se explique a los fieles la doctrina de la Iglesia, sancionada en los concilios ecuménicos y en el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre el culto a las imágenes sagradas.

Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes sagradas son:

– traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes «estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico»;

– signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, «representan a Cristo, que es glorificado en ellos»;

– memoria de los hermanos Santos «que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental»;

– ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos;

– estímulo para su imitación, porque «cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados»; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla con los ojos: una «imagen verdadera del hombre nuevo», transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación;

– una forma de catequesis, puesto que «a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las pinturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe, recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe».

Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa.

Por eso a las imágenes «se les debe tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan».

A la luz de estas enseñanzas, los fieles evitarán caer en un error que a veces se da: establecer comparaciones entre imágenes sagradas.

El hecho de que algunas imágenes sean objeto de una veneración particular, hasta el punto de convertirse en símbolo de la identidad religiosa y cultural de un pueblo, de una ciudad o de un grupo, se debe explicar a la luz del acontecimiento de gracia que ha dado lugar a dicho culto y a los factores histórico-sociales que han concurrido para que se estableciera: es lógico que el pueblo haga referencia, con frecuencia y con gusto, a dicho acontecimiento; así fortalece su fe, glorifica a Dios, protege su propia identidad cultural, eleva con confianza súplicas incesantes que el Señor, según su palabra (cfr. Mt 7,7; Lc 11,9; Mc 11,24), está dispuesto a escuchar; así aumenta el amor, se dilata la esperanza y crece la vida espiritual del pueblo cristiano.

Las imágenes sagradas, por su misma naturaleza, pertenecen tanto a la esfera de los signos sagrados como a la del arte. En estas, «que con frecuencia son obras de arte llenas de una intensa religiosidad, aparece el reflejo de la belleza que viene de Dios y a Dios conduce».

Sin embargo, la función principal de la imagen sagrada no es procurar el deleite estético, sino introducir en el Misterio. A veces la dimensión estética se pone en primer lugar y la imagen resulta más un «tema», que un elemento transmisor de un mensaje espiritual.

Por su significado cultual, la Iglesia bendice las imágenes de los Santos, sobre todo las que están destinadas a la veneración pública, y pide que, iluminados por el ejemplo de los Santos, «caminemos tras las huellas del Señor, hasta que se forme en nosotros el hombre perfecto según la medida de la plenitud en Cristo».

Así también, la Iglesia ha emanado algunas normas sobre la colocación de las imágenes en los edificios y en los espacios sagrados, que se deben observar diligentemente; sobre el altar no se deben colocar ni estatuas ni imágenes de los Santos; ni siquiera las reliquias, expuestas a la veneración de los fieles, se deben poner sobre la mesa del altar.

Corresponde al Ordinario vigilar que no se expongan a la veneración pública imágenes indignas, que induzcan a error o a prácticas supersticiosas.

Concilio de Nicea
Catecismo de la iglesia Católica.

ADCA
#siemprecucurucho

Redacción Esler Hernández