En pleno siglo XXI, uno de los recursos intangibles más limitados con que cuenta el ser humano, es el tiempo. El caos de la vida urbana, la demanda de respuestas y resoluciones constantes, la sobrepoblación, la necesidad de enmarcarse en un horario o depender de éste, hace, sin duda alguna, que todos vivamos con cierta dosis diaria de ansiedad que se traduce en cansancio al final de la jornada.
Para toda actividad cuaresmal o de Semana Santa, o de cualquier índole al final de cuentas, se requiere contar con tiempo, el más caro de los recursos… además de plata… dinero. Vamos a referirnos a estos dos sensibles, pero tan humanos temas con la mayor profundidad que nos permita el espacio que nos cede esta noble página.
Comenzaré con hacer referencia al tema económico para organizar una procesión. Sin lugar a dudas, nuestras comunidades mejor organizadas, en algunos casos con gran antigüedad, aunque también algunas con relativa juventud, gozan de la solidez y solvencia que el respaldo en ofrendas, donaciones y gestiones eficientes y probas (en la mayoría de ellas) genera.
Los gastos o necesidades que tiene una Asociación, Hermandad y/o Cofradía, son tan variadas como las de una empresa o institución similar, lo cual no debe ser motivo de asombro sino más bien de atenta comprensión, pues. Es de entenderse que además este tipo de organizaciones comparten un mismo techo con el templo en que trabajan y la imagen con que se asienta la devoción para la cual se trabaja.
Hay históricamente algunas Asociaciones Privadas de Fieles que también han organizado procesiones y cultos a imágenes de Pasión, como es el caso de la hoy suspendida Hermandad del Señor Sepultado de Santo Domingo, sin embargo, todas las otras son reconocidas como Asociaciones Públicas de Fieles, pero las diferencias que el Derecho Canónico otorga a cada una son claras en cuanto al buen manejo de los recursos económicos para su funcionamiento y buen ejemplo ante la sociedad.
Hay agrupaciones que dada la alta demanda de turnos que cada temporada de Cuaresma y Semana Santa tiene, que durante el año y en vísperas del siguiente período de organización y desarrollo de su cortejo, cuentan con suficiente dinero como para enfrentar los gastos de mantenimiento, proyectos propios, de proyección social y de operaciones puramente relacionadas con el giro de sus funciones.
Otras dependen un poco más de las fechas de inscripción en que se captan recursos de las ofrendas (ventas) de turnos. Y este punto es interesante de análisis pues hace unos 15 a 20 años las inscripciones eran únicamente durante los Domingos de Cuaresma, lo cual hacía la obtención de recursos menos flexible y por supuesto más limitada, pues se le sumaba el factor tiempo a la obtención de estos y la capacidad para utilizarlos y ejecutarlos durante los 40 días de la Cuaresma si el cortejo era de Semana Santa y aun más apretado si era un cortejo Cuaresmal.
También existía el recurso de “turnos deudores”, que eran devotos que se inscribían, pero pagaban hasta el día de entrega, lo cual, por supuesto en bajos porcentajes, impactaba en el flujo de recursos necesarios para ir solventando el día a día de la institución.
Recordemos que se necesita impresión de papelería, reparación de enseres, mantenimiento de camarines, iluminación de capillas, flores, candelas, contrataciones mayores para adorno, banda, personal extra (liras, lazos, rompevías, etc…), programas de radio, elaboración de túnicas, en fin, la lista puede llenar varios renglones más y es algo muy sensible de comunicar y hacer poner el valor el buen uso que se le de a todo este dinero pues éste proviene de cada devoto, quien con sus necesidades particulares y devoción propia los pone a la disposición del grupo organizador para que éste ejecute el mejor trabajo posible para que la tradición continúe, la devoción se consolide y la fe se exprese.
Por ello nada más sano que la presentación oportuna de estados de resultados tras la temporada fuerte de actividades, esta práctica que era ley debe continuar para que la auditoría social cumpla su papel de transparentar.
Esto lo anoto con la mejor intención y porque de propia cuenta se lo positivo y edificante que es para nuestras procesiones. ¡Lo que se puede medir se puede hacer mejor siempre! Poner cantidades tope y/o mínimas es algo imposible de hacer pues, así como habrá quienes tengan mucho arrastre popular habrá agrupaciones que tienen poco, pero que en nada desluce el boato y la magnificencia de un cortejo de 18 horas y 120 brazos por cuadra que uno de menos horas y andas más pequeñas, dado que el fin está delimitado en la función de cada imagen y no de su anda, su marcha, su túnica o el anda. Y es aquí donde el segundo recurso del que hablaremos entra a jugar su papel trascendental: el tiempo.
El tiempo que se lleva en organizar una procesión
Como lo mencioné en el principio, éste recurso es incuantificable en cuanto a precio, sabemos eso sí, que cada día es más escaso por lo cual, por simples conceptos de Economía, nos explicamos que su valor crece al momento de ser escaso y es allí donde se aprecia (en el sentido de querer y en el de darle mayor valor) el que tantos devotos y devotas por todo lo largo y ancho de nuestra Guatemala inviertan en la organización de estas magníficas presentaciones de Piedad Popular que nos aportan tanto al espíritu, al corazón, a los sentidos, a la memoria colectiva y al orgullo patriota.
Todo lo que suma es bueno y si lo que se suma es tiempo y dedicación, entrega y voluntad, los resultados serán los mejores. Estar lejos de la familia, estar comprometido con prácticamente otra jornada laboral (que se hace voluntariamente), no contar con fines de semana para descansar, no poder asistir muchas veces a otras actividades sociales, son solo algunas de las oportunidades que significa sacrificar por estar invirtiendo (no gastando) tiempo en trabajar por una Imagen.
Este trabajo, este servicio, tiene su recompensa cuando, sumado a una inversión económica bien hecha, ve uno las miradas emocionadas del devoto, desde el momento del primer timbre dentro del templo, con su imagen de devoción al su paso, lento, cadencioso, solemne, en medio de incienso y al compás de sus marchas, en donde lo que pasa debe centrarse en esa mirada, en ese boom de los sentidos, en esa sensación indescriptible que solo un cucurucho, un devoto, puede sentir más nunca explicar… amén.
Foto de portada: «Eternamente Jesús de Candelaria/ Facebook»