Una anécdota con Jesús y la Virgen de Dolores de la Merced en su procesión de Viernes Santo.
Eran aproximadamente las 24:15 horas, justo la media noche cuando corriendo me dirigía a mi casa, feliz y contenta de haber participado en el recorrido de Jueves santo con Jesús de Candelaria y la Virgen de Dolores, y lo digo «corriendo» ya que tenía que regresar a mi casa a vestirme del famoso color negro, pues tenía turno para la Procesión de la Merced, era el número 7 y…no recuerdo muy bien el numero del segundo turno, pero era cerca de la iglesia de la Recolección.
Abatida por el cansancio llegué a la Merced, mi hermana sólo me paso «tirando» (como decimos los chapines) y me quedé sola esperando a que saliera Jesús de la Merced. Al filo de las 3 de la mañana mi emoción se notaba, ya que cargaría por primera vez a Jesús y la Virgen de Dolores de la Merced. Por fin se acercó la hora en que Jesús salió y me incluí en las filas para acompañar al Patrón Jurado.
Con mi Jesús y la Virgen de la Merced por fin, el Viernes Santo
Transcurrió el tiempo, había llegado la hora de cargar mi turno, emocionada y con lágrimas en los ojos me hinqué y di gracias a Dios por tan hermosa experiencia; en ese paso lento y cadencioso con que se distinguen las andas de la Merced, terminé de cargar muy feliz y seguí en filas acompañando ahora a la Santísima Virgen de Dolores.
Transcurrían las horas y el cansancio cada vez se apoderaba de mí, pero me percate de algo: había entre las filas de las damas, una mujer humilde que no tenía cartulina, ella entre todos sus intentos de cargar a la Virgen de Dolores, las celadoras del cambio de turno siempre la sacaban… de hecho fui testigo de cómo una de ellas era muy «pesada» con ella.
La señora llevaba un aspecto muy humilde, pero estaba vestida muy acorde a la ocasión, ya que se ven muchas cargadoras que no respetan el uniforme y llevan faldas muy cortas, en fin, el objetivo no es criticar, les sigo contando:
Siempre observaba a la señora humilde intentando cargar pero sus intentos eran fallidos, vi mi reloj y ya eran la 7 de la mañana, para mi era ya muy tarde además de intentar descansar, debido a que pertenezco a una hermandad que le toca trabajar arduamente para el Viernes Santo.
Definitivamente era hora de irme pero no quería que mi segundo turno se perdiera, un momento donde me quedé parada me percate que nuevamente (la celadora pesada) había sacado a la señora que desde hace ratos persistía en cargar.
Ella se distinguía por un suéter color negro y que tenía unos cuántos detalles rojos, dispuse a buscarla rápidamente y temblando me quite la otra cartulina que me quedaba y se lo di como un regalo; ella con lágrimas en los ojos me dice «que Dios la bendiga».
¿cuál es el objetivo de ésta mi anécdota? a mi no me ocurrió ningún milagro; pero sentí la necesidad de cumplir el sueño de esta humilde mujer que era cargar a la Virgen de la Merced, me sentí tan satisfecha y rápidamente le di un fuerte abrazo, se esfumó entre la gente y llorando de gratitud le di gracias a la Virgen por está oportunidad que me dio no sólo para llevarla en hombros, si no para ser instrumento de solidaridad y amor para cumplir el sueño de alguien que quería cargar. ¡Que Dios los bendiga!
(Texto original de Jennifer Soto)
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Una hermosa anécdota que seguro te motivarán a que tú cuentes la tuya.