Estoy feliz, porque el adviendo y la Navidad está a sólo unos días y se que podré vivir con mi familia estas fechas tan especiales. Sentado en mi oficina, sólo empiezo a imaginar que estaré todos esos días con los míos, comiendo un tamalito, compartiendo música navideña, y por supuesto esperar las 12 para ponerme a los pies del nacimiento para agradecerle por tanto que me ha dado durante este año a mi divino Jesús.
Pensé que así la mayoría de cucuruchos o devotas han de vivir estas fechas, por lo que me puse a compartir cosas de ésta época; rezados, novenas, sones, etc. Pero ocurrió algo peculiar: los cucuruchos no estaban.
Creo con convicción que el Cucurucho no es la persona que viste túnica y carga procesiones, el cucurucho se a transformado con el tiempo en una forma de vida, en una identidad. A lo que me puse a buscar a aquellos cucuruchos que llenaban de «likes» las fotografías cada viernes devocional y que compartían entre esta comunidad, pero no los encontré. Conforme pasaba el tiempo, poco a poco aquellos cucuruchos se iban perdiendo entre la gente.
Me rehusaba a pensar que ya se había acabado la alegría durante el año de todo el contenido que ahora la comunicación digital nos puede ofrecer, no quería creer que lo que con tanto trabajo intentamos hacer después de la Semana Santa se había perdido y no había llegado el mensaje.
Salí a las calles, caminando por la Ciudad dispongo a ver los altares de nuestras imágenes cada viernes para ver si lograba ver alguna túnica morada hincada a los pies del Santísimo; pero no lo vi; y conste, que no hablo de la túnica física puesta. Desconcertado de ver esa soledad en las calles me pongo a preguntarle al amigo de siempre:
«No sé si estamos haciendo las cosas bien, o si en verdad las cosas que decimos no tienen sentido; quiero pedirte que me muestres una señal para ver que en verdad nos usas como «medios de apostolado» a tantas páginas, para que el cucurucho y devota no se sienta solo, sino que vea el verdadero significado de estas fechas».
La oración tan siquiera la había terminado y soy interrumpido por una palmada en la espalda que me hace voltear emergentemente y de inmediato me hacen la pregunta: – ¿qué hace un Cucurucho solo a estas horas?- a lo que contesto sin dudarlo: «buscando una respuesta.» ¡Para qué le dije eso!, mira lo que me respondió:
«La respuesta está allá en tu hogar, en esa esquina donde se te ocurrió echar el aserrín para poner a un niño junto a un buey y una mula, aquí no vas a encontrar nada, porque los Cucuruchos no viven la Navidad en la calle y mucho menos en las redes sociales, lo hacen en sus casas con sus familias.» Me quedé en silencio, volteo a ver a la imagen del Nazareno le sonrío y vuelvo a agradecerle a Señor que me lo dijo, pero ya no estaba.
Es entonces cuando comprendí que no es que el Cucurucho y Devota se desaparezca en esta época, es que verdaderamente viven como Jesús lo pide: hacerlo en hermandad, hacerlo con los tuyos, estar feliz y en armonía, dar abrazos y adorar al Dios niño.
¡Es tan maravilloso ser un Cucurucho en Guatemala! la luz que irradia en nuestra sonrisa al ver nacer a ese Dios misericordioso que nos ofrece siempre cada año, una oportunidad de ser mejores.