¿Sabías que los primeros integrantes de la Sociedad de Jesús Nazareno de San Bartolomé Becerra decían que a la imagen no le gustaba que le tomaran fotografías?
Debido a lo anterior no se le tomaron fotografías por muchos años y de esa cuenta, una de las pocas que existía se usó en los turnos para su procesión de 1935 a 1953.
Cabe mencionar que la razón principal por la cual no se le tomaron fotografías a Jesús Nazareno de San Bartolomé Becerra, es porque eran muy escasos los fotógrafos en la Antigua Guatemala y más aún el acceso a una cámara fotográfica.
Fuente: Gabriel López Corado, 21-03-2016 Narración sobre los enseres de Jesús de la Caída utilizados en la primera mitad del siglo XX. Entrevista sostenida en su casa de habitación ubicada en la Aldea San Bartolomé Becerra, La Antigua Guatemala.
Fotografia Proporcionada por: Hiram Salazar.
La devoción a Jesús Nazareno de San Bartolomé Becerra
Atrapado en el refordado y famoso «Encierro» de la Finca Retana (Donde entregaban los turnos por aquellos años) me subí como Dios me ayudó al paredón que queda frente a la pequeña iglesita de San Bartolomé Becerra. Justo atrás de la cruz. Ahí seguro tendría una mejor visual para grabar en mi memoria un hecho histórico y trascendental.
No era una mañana «Sanbartolera» ordinaria. Para mí, a mis 16 años, sería la tercera vez que iba a llevar en hombros a mi Nazareno de La Caída, pero lo que la hacía verdaderamente especial esa mañana, ya rasgando el medio día, era que en esa oportunidad el dueño de la pintoresca aldeíta sería ungido con el óleo sagrado en frente, manos y pies al momento de ser consagrado.
Desde temprana hora nos habíamos hecho presentes en la aldea para recoger el turno con mi buen amigo, de muchos años ya, Manuel García, con quien nos embarcamos en esa aventura de cargar en aquella pequeña procesión, que apenas tenía más o menos 29 tandas (Contrastando grandemente con las 90 de hoy día). Hacia las 11 de la mañana Jesús ya estaba en su anda procesional, la que se encontraba justo bajo la luz de la puerta de la iglesia dejando a Jesús de la Caída un metro y centavos fuera para quedar a a vista de todos los presentes. Al rededor de la imagen y tomando como soporte el anda, se contaba con una estructura improvisada, a manera de andamio, donde el Obispo, Monseñor Ramiro Pellecer, caminaría para consagrarlo al finalizar la Eucaristía Especialmente preparada para la ocasión.
El momento fue por demás emocionante. Mi adolescencia daba paso a la conciencia para saber e interpretar con tremenda claridad lo que veían mis ojos. Ahí fue donde cerré el lazo, el vínculo que me une para siempre con el Nazareno de la Caída. Ver su consagración, participar de cerca, llevarle en hombros un par de horas más tarde. Besar la almohadilla al recibir mi turno, gesto que tengo aún cuando tomo mi turno cada quinto domingo.