Saltar al contenido

La Consagración de Jesús de Candelaria en 1917

Existen varias crónicas que relatan como se realizó la consagración de Jesús de Candelaria, sin embargo, pocos discursos historiográficos develan el impacto de dicho acto religioso en los guatemaltecos.

Este ha sido actualizado cíclicamente para renovar su imagen como ente de cohesión social que genera bienestar para muchas familias, por el consiguiente boato del culto para mantener el sentido de unidad de valores comunes entre sus devotos.

Esta vigencia en el imaginario del siglo XXI permanece en gran medida gracias a la relación con un sector del Centro Histórico de la Nueva Guatemala de la Asunción, que ha permanecido habitado en los últimos 100 años por descendientes de propietarios de inmuebles donde subsisten aún relaciones e ideas de barrio.

Esta circunstancia alienta una respuesta positiva a las conmemoraciones proclamadas por los encargados del culto que constantemente recapitulan la vida de la escultura en el imaginario de las devociones citadinas.

 Fr. Julián R. Rivero y Jacinto, quien realizó la consagración de Jesús de Candelaria
Fr. Julián R. Rivero y Jacinto, quien realizó la consagración de Jesús de Candelaria

Antecedentes de la consagración de Jesús de Candelaria

En toda relación rigurosa de hechos históricos es necesario comprender las causas y consecuencias que generan las acciones humanas individuales y colectivas desde la perspectiva material.

Entendida esta correspondencia es conveniente recordar la reorientación del catolicismo durante el reinado del papa León XIII (1878-1903), cuando se confirmó el cambio del papel de la Iglesia que dirigía, de reproductora del sistema de ideas monárquico, al de intermediaria de las luchas sociales surgidas en los Estados liberales.

Este tipo de naciones se fue consolidando en Latinoamérica desde la segunda mitad del siglo XIX con la característica común de ser anticatólicos, porque cualquier acercamiento a la Iglesia los asociaría con grupos conservadores y con formas de organización colonial.

Este factor determinó el exilio del arzobispo de Guatemala Ricardo Casanova y Estrada, en 1887, ordenada por el presidente Manuel Lisandro Barillas en un decreto especial ejecutado por el general José María Reina Barrios, dos coroneles y 40 agentes de la Policía. (Barreda, 2013:82)

El destierro resultó beneficioso para la carrera eclesiástica de Casanova, porque le permitió entrar en contacto con otras formas de funcionamiento del catolicismo en naciones capitalistas más avanzadas como Estados Unidos de América.

Esta circunstancia le preparó para su encuentro con el Papa en el segundo semestre de 1888, cuando se procedió a la revisión del funcionamiento y reforma de la Iglesia de la Arquidiócesis de Guatemala decretada finalmente el 23 de marzo de 1892 (Barrera, 2013:84), reforma que serviría de referencia para su actualización en el mundo.

Estos hechos propiciaron el regreso triunfal de Casanova y Estrada a Guatemala procedente de Costa Rica, donde se había establecido, siendo invitado por la misma persona que lo había escoltado hasta el puerto de San José para su salida. Esta vez se le invitó para compartir la efeméride de Diamante de la Independencia y de Plata de la Reforma Liberal en una serie de actos académicos que tuvieron como referencia el 15 de septiembre de 1896  y 1897.

El arzobispo de Guatemala en el exilio había preparado con anticipación su regreso procediendo a la reorganización de sus instituciones cuidadosamente planeada por la Iglesia católica universal.

En el caso que ahora referimos había nombrado en la parroquia de Candelaria al presbítero Mariano Iturbide, quien se encargó de renovar la antigua cofradía de Jesús Nazareno de Candelaria, la que pasó de ser una antigua institución colonial a una moderna sociedad de devotos que remozó su espíritu de servicio local, bajo nuevos parámetros de convivencia producto de los cambios en la vida material.

Esta nueva sociedad de Jesús de Candelaria debía generar sus propios ingresos, debido a la insuficiencia de patrocinadores y elevados gastos, encontrando una solución en la venta libre de turnos a sus devotos, quienes respondieron de manera positiva, lo que permitió la manutención del boato del culto respaldado por los vecinos del barrio, creciendo cualitativa y cuantitativamente, proyectándose cada año desde el segundo barrio más poblado de la capital al resto de vecindarios y a toda la República.

El manejo de los fondos y brillo de las manifestaciones de fe quedó a cargo de familias del barrio debido a que las leyes del Estado prohíben, aún en la actualidad, la relación económica de imágenes religiosas y bienes de capital, tal como se establecían en la época colonial. La nueva sociedad de Jesús de Candelaria se integró como una moderna empresa cuyo fin principal fue mantener viva la imagen como elemento didáctico del Evangelio y generar obras sociales de beneficio a la comunidad.

El correcto funcionamiento de esta asociación hizo que se convirtiera en un modelo a seguir por otras organizaciones similares de la Iglesia cuyo éxito debía visibilizarse en el ideario religioso y nacional.

A este proceso de restauración del catolicismo en el país, le dio seguimiento el arzobispo Julián Raymundo y Riveiro, quien premió con la consagración de Jesús de Candelaria a una asociación de devotos. Esta había probado el resguardo de los valores tradicionales bajo los parámetros de la educación laica promovida por el Estado de ideología materialista liberal. Este enfoque se recapitulaba en las llamadas Minervalias que eran fiestas organizadas para destacar el avance de sus principios en el imaginario local.

Principios que, por otra parte, también eran puestos en tela juicio por el avance del materialismo positivista académico, cuyas ideas eran expuestas en manifestaciones como la Huelga de Dolores, a cargo de alumnos y maestros de la Universidad de San Carlos, cuyo formato de presentación y desarrollo emulaba el ceremonial y procesiones de La Pasión locales.

Punto de encuentro:

El desarrollo de este contexto de aparentes planos diferentes del conocimiento de la cultura tradicional, liberal y materialista positivista encontraron un punto de encuentro en el proceso de consagración de Jesús de Candelaria, que podemos ejemplificar en el imaginario colectivo de la época, con el discurso historiográfico de Jesús Nazareno de Candelaria, compuesto por el periodista Víctor Miguel Díaz, quien también era miembro de la Sociedad de Jesús de Candelaria.

En el desarrollo del aporte materialista positivista, es bien conocido el papel de algunas familias del barrio de la Candelaria que ya mostraban rechazo por la tiranía de Manuel Estrada Cabrera, lo que se reflejó posteriormente en obras como El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, quien también fue cohesionado por este culto, hecho que se pone de manifiesto en el poema dedicado específicamente a Jesús de Candelaria, así como el patrocinio del que él se hizo cargo para una túnica a manera de exvoto.

En el ámbito de la cultura tradicional, el mismo arzobispo era conocedor de los cambios llevados a cabo por las cofradías de la Pasión, como la de Nuestra Señora de la Soledad, que funcionaba en el antiguo templo capitalino de Santo Domingo, la cual fue absorbida por la del Señor Sepultado desde mediados del siglo XIX, hasta ser restaurada por una sociedad de damas bajo el nombre de Cofradía de los Siete Dolores de la Santísima Virgen en 1908.

La escena internacional era dominada en aquellos tiempos por el desarrollo de la Primera Guerra Mundial en Europa, que expandía sus consecuencias económicas en sus socios comerciales en el mundo, afectando como consecuencia la economía local.

Resguardo de valores

La escultura de Jesús Nazareno de Candelaria se convirtió desde su consagración, el 3 de febrero de 1917, en un punto de encuentro por encima de sus diferencias económicas y culturales. Su Asociación de Devotos fue premiada con la consagración como un incentivo para luchar por el resguardo de los valores religiosos que constituyen la base de la actual identidad nacional.

Esta necesita revitalizarse cíclicamente para actualizar esta función de acuerdo con los cambios materiales de vida que se dan cada cierto tiempo y que podemos identificar por lo menos cada 25 años, o lo que se denominó en su momento Bodas Argentinas, de Oro, Diamante, hasta llegar al I Centenario de Consagración.

Efemérides similares se aplicaron desde la identificación de la mima escultura con la devoción hacia Cristo Rey que tiene como punto de arranque el Jueves Santo de 1927, reforzando hasta la fecha su papel creciente en la formación de los imaginarios de distintas generaciones de guatemaltecos.

* Fernando Urquizú/Doctor en Historia del Arte

Fuente: DCA.

Recuerdo de la procesión conmemorativa por 100 años de consagración de Jesús de Candelaria