Por: Israel Santos
El epílogo de los grandes adornos ochenteros del Calvario fue el de la Consagración del Santo Cristo Yacente y la Reina de la Paz del 19 de noviembre de 1989. Siendo yo un niño, recuerdo con asombro el momento preciso en el que, en medio de la marea humana reunida en la esquina de la sexta avenida y octava calle, apareció envuelta entre volutas de incienso una gigantesca corona imperial dentro de la que descansaba el recién ungido Señor Sepultado revestido de una túnica blanca bordada con hilos dorados.
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