(texto original de Iveth Suárez de Soto)
Era Viernes Santo y tenía el privilegio de cargar el turno de Honor Salida. Toda la cuaresma anduvimos en las procesiones porque mi hijo grande y yo somos cucuruchos de corazón. El viernes Santo le pedí a mi esposo que llegara vestido de traje negro para que entrara conmigo y mi hijo al templo del Calvario.
Fue difícil que lo dejaran entrar, pues él no tenía turno, gracias a un amigo de la Hermandad lo logramos. Cuando estábamos adentro de la iglesia miré el rostro de la Virgen y cerré mis ojos y pensé que era el ultimo año que cargaba tanto, porque realmente mi esposo se sacrificaba mucho al cuidar a mis dos hijos y andar buscando parqueos y corriendo, cuando él en realidad no cargaba.
Pidiendo perdón estaba con mis ojos cerrados cuando mi esposo me dijo: «nena, quédate con Christian porque voy a cargar», yo le dije «¿como así?» por lo que me respondió: «el Padre me regaló el turno de Honor Salida del Señor Sepultado del Calvario«. Yo me puse a llorar, porque fue como si Jesús y la Virgen me dijeran «tu lugar es aquí, en las andas«. No les puedo describir lo que mi corazón sintió, solo puedo decirles que estoy agradecida con Dios y que la experiencia para mi esposo fue igual de especial que para mi.
Ahora mi hija pequeña (que tampoco cargaba), pidió cargar en la procesión infantil de Jesus Resucitado de Catedral. Dios obra de forma maravillosa cuando reconoces tus errores y más aún cuando dentro de tu devoción añades a tu familia.
Cuando eres ejemplo de vida cucurucha, todo tu entorno querrá ser parte de esa experiencia. Cuenta tu anécdota