La verdad es que tengo muchas anécdotas con El Sepultado de mi devoción, El Señor de San Nicolás, quisiera contarles algunas. Quizás la mas significativa fue, que un día antes de que yo pudiera cargarlo un viernes santo por primera vez, se apareció en mis sueños. ¡El sueño fue impresionante! El estaba en su retablo, sin embargo, escuche su voz, no provenía de su imagen sino en el entorno. Yo tenia miedo y ansias de salir con Él ya que desde niño era algo que quería realizar. El simple hecho de que se presentara antes de ese día fue muy significativo, me marco, debo decir. Desde entonces prometí acompañarlo en cada cortejo de viernes santo o velación en noviembre.
Por otra parte, un año después, antes del mes de noviembre, cuando yo estaba colaborando ya en la Hermandad le pedí muchas veces que mi hermano estuviera dentro de la Hermandad. El pertenecía a otra hermandad y se negaba a formar parte de San Nicolás, pero yo siempre quise ir con él en filas. Entonces, le dije a mi hermano: “Vamos a ver al Señor de San Nicolás y enfrente de Él me decís si queres estar en sus filas o no…”. Un día, lo lleve, un mes antes de velación precisamente, él se hincó ante el Señor y mientras yo le supliciaba que cumpliera ese sueño, mi hermano de la nada se levantó, me abrazo y me dijo: “Quiero ser de la Hermandad de San Nicolás”. Fue entonces que el paso a formar parte de la Hermandad y fue una de las peticiones más grande que El Señor me a concedido hasta el momento.
En otra oportunidad, teniendo yo 17 años, lleno de emociones, recuerdo que mi primer turno con El Señor de San Nicolás fue con la marcha fúnebre “La Sollevazione di Cristo” y cada vez que escucho esa marcha, créanme, mi corazón se estremece al recordar mi primer cortejo junto a Él.