¿Cómo empezar éste artículo?, la verdad borré el primer párrafo talvez unas 15 veces; no sabía cómo explicarles el mensaje para Papá Cucurucho que tornó un giro muy diferente a como vivía antes la Cuaresma y Semana Santa.
Quiero contarles uno mensaje para papá más maravilloso y hermoso que Dios me ha dado, tan claro y tan evidente que sólo de recordar aquél momento, una lágrima aparece en mi ojo.
Pues mi anécdota empieza cuando estaba alistado para recibir mi turno, ya enfilado empiezo a ponerme triste, decepcionado; lo que logro recordar es que ya no quería vivir, tantos errores que he cometido en mi vida, cientos de cosas que me pasaron durante mi juventud, que a pesar de que decían que tenía «una estrella» de éxito, yo no lograba buscar aquella felicidad.
La relación con mi esposa estaba decayendo, la crisis de empleo y económicas afectaban mi bienestar, las deudas me asfixiaban… de verdad ya no quería vivir, sentía que yo era una molestia en el entorno con quienes convivía, ¿para qué seguir así?… mi pensamiento fue interrumpido por el sonido de una matraca y veo que todos empiezan a arrodillarse; lo hago yo también, cierro mis ojos y empiezo a reclamarle a Jesús: ¿porqué tenía que existir yo? le reclamaba que estaba cansado, agobiado de tanto sufrimiento, ya no aguantaba más.
«Jesús si realmente vale la pena que esté en ésta tierra, ¡dame una señal!, qué quieres de mí«, y así quedaba rodilla a tierra reprochando… lloraba y oraba al mismo tiempo; era más un sentimiento de enojo e ira; y me molestaba más porque sentía que mi oración era de valde, no me sentía escuchado… y seguí insistiendo: ¿qué quieres de mí? no entiendo porqué me haces tanto daño, nada me salía bien; todo era pesimismo.
De repente mi pregunta: ¿Porqué no me escuchas, porqué no me das una señal que pueda entender cuál es el propósito de estar aquí en la tierra, porqué me quieres aquí todavía?… Una pausa que hice para poder suspirar fue el tiempo suficiente para que Dios me respondiera: un jalón insistentemente fuerte sobre mi paletina hizo que me tambaleara sobre la rodilla que estaba hincado, abro los ojos del susto y sólo escucho: «Pápa… ahí viene el anda, parémonos que ya nos toca cargar».
¡Ay Cucurucho! Vaya respuesta la que Dios me dio, ahí en ese cuerpecito pequeño vestido de morado y blanco igual que Yo, estaban todas mis respuestas: él era mi razón de vivir, la causa de mi esfuerzo y tanto sacrificio, los acuerdos con mi esposa para consolidar nuestro trabajo por el bienestar de nuestro chiquito.
Ahí estaba la razón del porqué tenía que seguir en ésta tierra, ahí está la razón por la que debo seguir en pie con gran entusiasmo y esforzarme por querer ser mejor siempre, porque seguro Él querrá ser igual que yo.
A mi Hijo lo llevo siempre conmigo, él me acompaña siempre a cargar; lo hace desde sus 40 días hasta hoy ya con 14 añitos de edad; y siempre que me arrodillo presto a recibir el anda de mi Jesús recuerdo aquél momento en que Dios se manifestó, y lo hizo como jamás pensé que lo haría; luego agarro la manita de mi angelito, lo aprieto fuerte y empezamos a orar.
¿Qué tipo de Padre eres Cucurucho?, ¿el que trabaja siempre sin voltear a ver crecer a tus hijos e hijas o el que trabaja siempre para acompañar en el camino de la vida a tus hijos o hijas? cuéntanos tus experiencias como padre Cucurucho, la publicaremos en estos días especiales para nosotros los «papitos»
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