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La experiencia de cargar en la procesión de Candelaria

Cuando terminé de cargar las andas que llevaba la imagen de Jesús Nazareno de Candelaria, lo único que se me vino a la mente fue «esta experiencia merece ser compartida». Un turno para éstas procesiones pueden volverse una anécdota… un buen recuerdo o también puede ser malo según sea la circunstancia con la que ese contacto con un enorme mueble de madera y tu hombro tengan por unos cortos 3 o 5 minutos.

En términos espirituales, mientras vas en tu «turno» hacer oración es importante, aunque puede ser cortada por el excesivo peso de las andas como lo indicábamos en una nota anterior. Aunque esta nota no toca la descripción de la oración que se pudiera tener, debo reconocer que desde el momento en que el anda de Jesús de Candelaria toca mi hombro empecé a ver todo mi entorno y es cuando me percato de muchos detalles que pareciera, todo trabaja y se esfuerza para que tú, como persona, cucurucho o devoto cargador, ‘disfrutes’ (si se me permitiera usar esa expresión) ese momento tan anhelado y esperado de cargar.

Te formas, buscas a tus hermanos que tienen el brazo siguiente y antes que el tuyo, los inspectores llegan a verificar que no faltes y que estés bien uniformado para esa gran e importante cita con Jesús de Candelaria; pues faltaba más… además de tener 101 años consagrados al servicio de Dios, otro centenar y bien cargado de peticiones de años y años… ¿Qué tanto le han pedido?, no es nada más y nada menos que la representación de Cristo cargando la cruz por nuestras faltas.

Antes de relevar a mi hermano, conforme «se asoma Jesús» a mi turno veo a un timonel presionar un botón, toda la parte de abajo del anda se enrojece y veo que la respuesta a esa «señal» es retroceder o detener mientras se mece el hermoso mueble en sintonía con la marcha que va ya en los últimos segundos de su ejecución. ¿Habrán ensayado esa sincronización? De ser así, no estamos lejos de ver esos ensayos a lo tipo procesiones españolas.

Como dirían, bajo la expresión coloquial «me tocó vuelta»; y quienes han tenido la oportunidad de ser parte de las maniobras que timoneles y guías de anda (los que van abajo y nunca los ves) realizan y te hacen partícipe de ello, podrían afirmar que impresiona.

En el caso de Candelaria, los cruces lentos donde das el paso suavemente y que la única conclusión a la que puedes llegar es la vasta experiencia de tanto cucurucho guía de anda donde sus ojos son los timoneles y en silenciosa coordinación con otros que están a los costados del anda solicitando a forma de susurro que des ‘un paso a la derecha’ (o a la izquierda).

Ese cruce, que como cucurucho te sentís un héroe de haber logrado aquella odisea, termina y sin descanso los timbales redoblan para anunciar el inicio de la Marcha Fúnebre, que en mi caso, fue esa, la de Chopin, la penúltima de un Jueves Santo pero que se deja escuchar antes, en la cuadra de «El Portal del comercio».

Sabrán ustedes (o no) que el peso del anda de Cristo Rey doblega un tanto las rodillas, con los pasos hacia adelante y el ‘vaivén’ no se puede evitar empezar a agacharte… pero sin necesidad de un grito o conteo regresivo, las andas te dan otra oportunidad y vuelves a luchar por tu rigidez mientras escuchas, oras, ves, tocas y hueles. ¿Cómo es eso? que mientras los días anteriores de Semana Santa escuchas (y ya hasta de mala costumbre) esos gritos casi de auxilio para levantar… con Jesús de Candelaria no, no hay necesidad de tales, de hecho, no hay necesidad de esforzarte más que para mantener el anda al perfecto nivel de tu altura junto a otros 116 cucuruchos. Ahi reconozco que los guías de anda van en busca de ese servicio, que sin pedírselos, te ofrecen y se esfuerzan para que rengas la más especial (o al menos asomarse) experiencia de ‘cargar a Jesús de Candelaria’.

¿Cuántos guías de andas podrían haber cargando un turno de casi 19 horas? es lo único que me pregunto.

Mientras estás en el turno, ya no se puede describir… entre la marcha que se escucha al fondo, ver ese enorme mueble encima de tu hombro y saber que lo llevas a Él… a ese Nazareno de sereno mirar no queda más que abrazar el bolillo con todo amor, suspirar y agradecer por todos aquellos que están involucrados para que tú tengas «un buen turno».