(texto original de José Manuel Tórtola)
Transcurría un cuarto Domingo de Cuaresma en el barrio de la Parroquia Vieja de la zona 6 y la procesión infantil de la Parroquia hacia su tradicional recorrido; tuve la dicha de cargar el honor Salida con los compases de Ternura Infinita y la granadera, y la procesión siguió su recorrido.
Conforme avanzaba en filas me fui encontrando a mis primos, a mi me tocaba el turno 10 también a uno de los cuatro primos que son bien cucuruchos; terminó el turno 10 y avanzamos al 17 ahí a los cinco nos regalaron el mismo turno y cargamos con la marcha La Dolorosa y la granadera; seguimos avanzando pero sólo a uno le tocaba el turno 22 y a los demás (me incluyo) como buenos cucuruchos preguntamos si había espacio y nos dijeron que si, el anda se acercó y comenzó el turno; pero había un problema, los de adelante eran muy chiquitos y a los altos nos cayó todo el peso de las andas por lo que apenas avanzamos poco y el anda ya se estaba cayendo. A media cuadra inició la marcha e instantáneamente la reconocí, era la marcha ‘Lágrimas de María Magdalena.
Finalizando el turno, con dolor pero riéndome porque jamás me lo esperé: cargar con la familia que quiero tanto; el turno tan complicado lo asimilé con los problemas, que aunque pesen tanto, siempre estará tu familia para ‘echarte un hombro’; fuimos a almorzar a la casa de uno de ellos, pero antes le dije a Jesús, gracias por tan buena familia que me diste.
¿Pensaste que sólo los Cucuruchos y Cucuruchas grandes tenían anécdotas?, aquí una hermosa reflexión y vaya enseñanza la que nos deja éste amigo cucuruchito.