(texto original de Marilu Gonzalez)
Mi mama cuenta que cuando yo era pequeña mi papá tomaba muchísimo y nuestra vida no era muy bonita. Llegó un punto en que las cosas empeoraban y cada día era mas difícil para ella seguir adelante conmigo a su lado.
Ese año la Semana Santa fue muy difícil por el alcoholismo de mi papá; sin embargo ese Viernes Santo fuimos todos a ver la procesión de Jesús Sepultado de la Escuela de Cristo en la calle de los pasos, mi papá iba en un estado grave de ebriedad.
Cuando la procesión ya venía cerca mi mamá empezó a rogarle al Señor Sepultado de la Escuela de Cristo que las cosas cambiaran, que ella ya no quería pasar otra Semana Santa llena de licor y problemas; en el momento que Jesús Sepultado pasaba frente a ellos, mi papá cayó al suelo y entre las personas que estaban presentes lo llevaron de forma urgente a un médico cercano.
El doctor derivado a su estado de salud le prohibió tomar bebidas alcohólicas a mi papá y a partir de ese día, poco a poco mi señor padre fue dejando el vicio, y como lo pidió mi mamá: ya no volvió a tener una Semana Santa igual.
Dios hermoso a través de Jesús Sepultado de la Escuela de Cristo escuchó su oración y hoy en día nunca más nos abandona como familia.
Cuanto amor tiene Dios para con nosotros, el nos da lo que es bueno para nuestras vidas; no es que no nos cumpla lo que pedimos, es que no sabemos si lo que pedimos será de beneficio espiritual para nosotros. Cuenta tu anécdota
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