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El Baldaquino del Cristo Yacente de el Calvario en 1984

(texto original de Israel Santos)

Escribir sobre el adorno del baldaquino del Viernes Santo de 1984, es hacerlo quizás, sobre el más hermoso de toda la década de los años ochenta para el Cristo Yacente de el Calvario.

Recordemos que años atrás, Guatemala había vivido (en todo el sentido de la palabra) la primera visita del Sumo Pontífice Papa Juan Pablo II, hecho registrado el domingo 6 de marzo de 1983.

Por esa razón, la Hermandad Cruzados de Cristo concibió la realización de este adorno que representaba la indisoluble unión de Guatemala al Papa.

Fotografías del Baldaquino del Cristo Yacente de el Calvario. Foto compartida por Israel Santos
Fotografías del Baldaquino del Cristo Yacente de el Calvario. Foto compartida por Israel Santos

El original es de Gian Lorenzo Bernini y consta de un ciborio o baldaquino monumental, sostenido por cuatro columnas salomónicas y realizado con materiales tales como bronce macizo negro y sobredorado. Esta construcción se encuentra en el centro del crucero de la Basílica de San Pedro del Vaticano, debajo la cúpula.

Cerrar los ojos e imaginar el discurrir de la fastuosa procesión del Santo Entierro en el estrecho crucero de la quinta avenida y 15 calle permite dimensionar el gran impacto visual que producía admirar el enorme baldaquino en tonalidades bronce, decorado con bambalinas rojas que el aire movía de un lado a otro.

Dicha obra fue realizada por el artista Julio Barreda y reproducía, según el Relacionista Público de la Hermandad, Señor Guillermo Lira, los colores del original ubicado en Roma. Tan singular obra de 6.5 metros de altura fue coronada en su parte superior por una cruz de cristal. Tres gradas forradas de pana roja servían de base al colosal elemento, que fue rodeado únicamente con quinqués tonalidad ámbar.

Fotografías del Baldaquino del Cristo Yacente de el Calvario. Foto compartida por Israel Santos 2
Fotografías del Baldaquino del Cristo Yacente de el Calvario. Foto compartida por Israel Santos 2

Como era usual, la Consagrada Imagen del Santo Cristo Yacente de el Calvario, revestida con túnica blanca sin bordados, fue colocada sobre un sencillo catafalco de apariencia marmórea sobre un juego de colchón y almohadas, ambos de color rojo.

Los adornos del Calvario eran concebidos como “tronos funerales” en donde no había temor al vacío sino únicamente la intención de situar elementos que conceptualizaban la fúnebre procesión como el cortejo de un rey, de un dignatario.