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Siempre veo muchas descripciones y narraciones tan sublimes cuando los cucuruchos estamos participando un Jueves Santo, como lo diría Pellecer: “Jueves de Blanco, Jueves de Cristo Rey»; y en efecto así lo sentimos; nos palpita el corazón cucurucho al ver a nuestro Nazareno Moreno salir de su parroquia e iniciar aquea larga jornada, al lado de su anda o con los lanceros de Jesús.
Pero, hay un momento en el que se me eriza la piel y aquella emoción con la que acompañé a Jesús de Candelaria se va tornando en un cambio brusco de nostalgia, suspiros y a la vez satisfacción; parece extraño para muchos, pero muy similar el sentir para los cucuruchos que puedan leer éstas cortas palabras.
Ya Jesús entró, ya descansa en su lugar; y Yo pensando en que termina ya mi jueves santo tan esperado; al cerrar ya mis ojos de cansancio, es interrumpido por la fuerza pasional con la que inicia “Bodas de Oro” aún tengo fuerzas, aún estoy despierto y veo a mi madre fielmente acompañada por miles de devotas siendo ya Viernes Santo.
Es ahí donde mi esperanza aún se mantiene, ¡sí! Aún no ha terminado mi procesión, la Virgen está aún afuera y debo cuidar que entre, ayudar a las mujeres cucuruchas en espíritu y oración para que la Virgen de Dolores ingrese sin novedad; a mitad de iglesia la fuerza de la Marcha baja a un tenue ritmo que arrebata mi suspiro, las 2 trompetas que hacen el solo lloran conmigo, porque se acaba otro Jueves Santo, dejo a mi procesión; y mientras más altas las notas que soplan mis hermanos maestros músicos, más largo es mi exhalación para soltar otra lágrima más.
El solo de la trompeta termina y mi corazón contrito voltea a los ojos claros y radiantes de mi Señora del Cielo, le digo gracias, le digo perdón, le digo que me cuide a mí y a los míos. Dios sabe que mi nostalgia es parte de mi oración, porque soy un Cucurucho que debe iluminar todo el año la Luz de Cristo, y luego de eso…ya llevo a Jesús y María en mi Corazón.