Hoy, en el Día de la Tierra, más que una conmemoración, sentimos un llamado urgente. Porque este planeta que habitamos —el mismo sobre el cual caminamos en penitencia cada Semana Santa, el mismo que sostiene nuestras devociones, nuestros rezos, nuestras andas— está dando señales de que algo no está bien.
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Año con año, quienes cargamos procesiones hemos sentido el cambio. El calor se vuelve más agobiante, el sol más fuerte, las sombras más escasas. Ya no es solo el cansancio de las horas o el peso del anda, sino el calor insoportable que nos golpea sin clemencia.
Y aunque somos personas de fe y resistencia, también somos conscientes de que la Tierra, nuestra casa común, está herida. El calentamiento global no es una teoría lejana: está aquí, y ya comienza a afectar nuestras tradiciones.
Imaginemos por un momento el futuro de nuestras procesiones si la temperatura sigue aumentando: cambios en los horarios, procesiones que deban salir solo en la noche para protegernos del sol ardiente, recorridos más cortos, restricciones por salud pública… ¿Es ese el legado que queremos dejar?
Nuestros abuelos nos enseñaron a cargar con devoción, con respeto, y también con responsabilidad. Esa misma responsabilidad ahora nos invita a cuidar el mundo donde viven nuestras tradiciones. Porque si no cuidamos la Tierra, también perderemos la esencia de lo que somos.
¿Qué podemos hacer los cucuruchos y devotos cargadores para ayudar en el día de la tierra?
Aunque parezca que nuestras acciones individuales son pequeñas ante un problema tan grande, lo cierto es que cada gesto cuenta. Aquí algunas recomendaciones que podríamos comenzar a aplicar, tanto en tiempo de Cuaresma como durante todo el año:
- Reducir el uso de plástico: En muchas procesiones usamos botellas plásticas para hidratarnos. ¿Y si este año optamos por botellas reutilizables? Es un cambio simple, pero significativo.
- Cuidar la basura que generamos: Que en cada turno cuidemos de no dejar rastro. Que las calles por donde pasa la procesión queden limpias, como signo de respeto a la creación.
- Movilidad sostenible: ¿Y si comenzamos a organizarnos para compartir vehículos cuando vamos a nuestros turnos? O mejor aún, optar por caminar cuando sea posible.
- Participar en jornadas de reforestación: Como hermandades o grupos de cargadores, podríamos dedicar al menos un día al año para sembrar árboles. Es una hermosa manera de devolverle vida a la Tierra.
- Ahorrar energía en nuestros hogares: Ser conscientes del uso de luz, agua y otros recursos. Ser devotos también significa ser buenos administradores de los dones de Dios.
Este Día de la Tierra, pensemos en el futuro no solo del planeta, sino también de nuestras tradiciones. Que el amor que sentimos por nuestras imágenes, por nuestras procesiones y por nuestra fe, se traduzca también en amor por la creación. Que seamos custodios del anda, sí, pero también custodios de la Tierra.
Porque si no cuidamos nuestro mundo, ¿quién sostendrá mañana el incienso, el rezo, la lágrima y el paso solemne de nuestras procesiones?
