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‘Una lágrima’, reflexión para Cuaresma y Semana Santa

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Jesús de las Tres Potencias. Foto José Carlos Flores
Jesús de las Tres Potencias. Foto José Carlos Flores

(Anónimo)

Hoy, al revisar algunos correos que me enviaron, me encontré con uno de fecha 8 de marzo de 2012, compartido por un buen amigo integrante de una de las Hermandades más grandes de la Ciudad Capital, quien en el encabezado de dicho correo escribió:

«Por acá te mando una meditación, algo larga, pero que espero les sirva y les llegue al corazón. Si la querés utilizar para algo o bien publicarla, dale, no tiene derechos de autor. Pero no le vayas a poner quien lo escribió. Estos mensajes Dios me los regala y yo los comparto.»

En su momento seguramente lo publiqué, pero ahora al volver a leerlo, me llegó aún más al corazón y pienso que está como anillo al dedo para los «Malos Cucuruchos» que han hecho de las fechas de inscripciones en la Ciudad Capital, un verdadero bochinche que denigra y afecta grandemente a la Iglesia Católica en Guatemala.

Antes de compartir dicho mensaje, me contacté con esta persona para pedirle su autorización, a lo cual respondió positivamente, siempre y cuando no lo mencionara y así lo haré.

He aquí el mensaje completo, esperando que después de leerlo, hagamos un análisis de conciencia. Si realmente estamos actuando con un Cucurucho Luz o vamos dejando oscuridad a nuestro paso:

«Una Lágrima»

«Noté un día, viendo las innumerables fotografías que hay de nuestras imágenes de pasión, que en la mayoría de imágenes de Jesús Nazareno y Señor Sepultado, los artistas que las elaboraron han querido colocar sobre su mejilla una lágrima, y a veces una lagrima de sangre, o hay algunas que reflejan un llanto.

Después de notar esto pensé ¿por qué llora Jesús?, y me respondí: llora porque sus discípulos lo abandonaron y dije, no, porque él ya sabía que esto iba a pasar. Entonces, ¿llora por las mujeres de Jerusalén?, y pensé, tal vez sintió compasión por ellas y su pueblo que se quedaba en este valle de lágrimas, y supe que no era así, porque sabía que ya había pagado su salvación, solamente era esperar a que tomaran ellos su mejor decisión.

Entonces le pregunte: ¿por qué lloras? Y su respuesta fue:

“¿Sabes porque lloro?, lloro por aquellos que discuten cual de mis imágenes es mejor, más antigua, más hermosa, cual tiene más títulos o ha recibido más homenajes, pero no ven mi rostro reflejado en mis hermanos más pequeños.

Lloro por tantos hermanos míos que hacen su cola para poder llevarme en hombros en medio de borracheras, lujurias y vandalismos, frente a mi casa, faltándose el respeto entre ellos, peleando y haciendo notar su cultura, demostrando el poco valor que tengo para ellos en mi forma viva y consagrada.

Lloro porque se enfrentan unos con otros por llevarme sobre sus hombros, y no entienden que yo vivo en cada uno de ustedes, y que, a quien tienen que cargar es a los necesitados, a los hambrientos, a los rechazados, a los marginados, a los enfermos, a los leprosos del cuerpo y del alma, y a todos aquellos que los necesitan que son mi imagen viva.

Lloro porque durante mis cortejos procesionales buscan el mejor lugar para poder tomarme una fotografía, para captar mi mejor ángulo, pero no entienden que en el único lugar que quiero quedar plasmado es en su corazón. Veo como compiten por la mejor fotografía, pero ignoran competir por demostrarles a los demás que yo vivo en ustedes con sus actos y sus obras, y todavía con eso pelean por que les respeten los derechos sobre la imagen de mi rostro, cuando ignoran cómo violan a diario los derechos de sus hermanos.

Lloro también porque cada año, al iniciar la cuaresma, comienzan un tiempo de “abstinencia”, no van a los bares ni a los burdeles, pero cuando celebran mi Gloria, lo hacen regresando a tomar y a revolcarse en los mismos pecados que tan solo días atrás, lloraban a mis pies abrazando mis andas.

Lloro porque hacen “Hermandades” para venerar mis imágenes, pero no logran entender que el mandamiento nuevo de amarse unos a otros aplica a todos por igual, y ¿ustedes que hacen?, se separan en grupos y se creen superiores unos a otros, juzgándose y discutiendo quién es el mejor, el más fiel y el más devoto CUCURUCHO de ustedes, cuando yo con mi muerte los volví un solo cuerpo que es la iglesia.

Lloro más aún, cuando te sientes muy cansado para celebrar mi resurrección en la Vigila Pascual y me dejan con la cena servida el Jueves Santo, porque no me pueden acompañar porque pueden perder su turno.

Lloro cuando veo cómo te reúnes con tus amigos que encuentras solo en filas y los abrazas como abrazas a quien no has visto en años, pero en tu casa dejas después de una pelea a tus padres o a tu esposa e hijos solos y abandonados.

Lloro porque veo cómo sueñas y luchas por alcanzar la mejor comisión durante mis procesiones, tal vez la de timonel, la de cambio de turno, o ser el que porte el estandarte principal. Y te molestas cuando no las obtienes. Pero no mueves ni un dedo por alcanzar la gloria que te estoy ofreciendo y pagando con cada gota de mi sangre. Me decepciono de ti, y mis lágrimas son de dolor de ver como valoras más un turno que una misa, y veo como peleas por conseguirlo y pagas lo que sea por tenerlo cuando sabes perfectamente que ni siquiera el Honor Entrada, te abre las puertas del Cielo.

Lloro también cuando veo como llevas a empujones a tus hijos a las procesiones infantiles y les gritas cuando no quieren llevarme en sus hombros ni a mí ni a mi Madre, solo observo como te alegras y te llenas de emoción, cuando tu hijo te pide que lo lleves a las procesiones, le compras su túnica y lo vistes como tú, y dices con orgullo ¡mi hijo/hija es CUCURUCHO de corazón!.

Pero no te dignas ni siquiera a enseñarle mis Diez mandamientos, o enseñarle qué es bueno y qué es malo, que se aleje de los vicios, que siga en la iglesia, que vaya a misa, y puedo seguir diciéndote que más. Le debes enseñar, pero creo que eso tú lo sabes perfectamente.

Lloro cuando tu lloras por mí, cuando en la acera o abrazado a mi anda tus lágrimas brotan arrepentido de tus pecados, y lloro porque sé que terminada mi pasión, volverás a caer, y me duele mucho que le faltes el respeto a mis representantes porque no comprendes sus disposiciones, y peleas en su contra.

Formas grupos para pelear por tus derechos, te duele que no me saquen en procesión durante el año porque sientes que me alejan de ti, ¿acaso no te das cuenta que yo te espero con los brazos abiertos todos los días a que compartas mi mesa?

Lloro cuando alargas mis andas para que más hermanos puedan llevarme en hombros, pero no haces nada para invitarlos a mi cena, ni por demostrarles que yo los amo a todos por igual.

Lloro cuando tu lloras al terminar el recorrido y me ruegas que el tiempo pase despacio cuando estoy a tu lado, pero me suplicas que el sacerdote acelere la Eucaristía para poder disfrutar de tu domingo.

Lloro cuando veo cómo buscan hacerme regalos, de la mejor tela, de la más cara, el mejor acabado, todo lo mejor para mis imágenes, pero no te preocupas por vestir a tus hermanos.

Lloro porque veo como pones rodilla al suelo para recibir mi bendición, pero no la llevas a tu casa, más bien, a tu casa llevas todo el cansancio, el estrés y el enojo que acumulaste durante mi recorrido pero por respeto a mí no lo hiciste notar.

Me lastima ver como un mes antes de la Cuaresma, buscas tus túnicas, las limpias y las acaricias para estar listo para caminar junto a mí. Pero me faltas el respeto cuando humillas la dignidad de tus hermanas, visitando burdeles o viendo cómo se venden en una película o en una revista y no comprendes que las mujeres que trabajan en esos lugares y aparecen en las revistas y películas, son tan valiosas para mí como tú.

Y como si fueras un ser insaciable, todavía durante mis cortejos, vas viendo a tus hermanas con ojos de perversión, juzgándolas, cuando sabes bien que fui claro cuando dije que “Aquel que vea a una mujer con malicia, yo les aseguro que ya pecó en su corazón”.

Sé que ellas también lo provocan con su manera de vestir y de actuar, pero recuerda que en el día final, yo juzgare a cada uno de manera individual y que depende de cada quien, será la medida que usare para ello.

Pero no te preocupes, no lloro solamente por tus hipocresías y falsedades, también he llorado junto a ti cuando en la almohadilla viene el recuerdo de aquel ser que te presento a con mi imagen y que ya he llamado a la vida eterna.

Lloro cuando en tu oración me vas pidiendo por la salud de tus padres, de tus hijos, de tu pareja o de algún familiar. Sé que te duele que este enfermo y a veces hasta me reprochas porque permito ciertas cosas, pero nunca me has entendido que todo lo que hago y todo lo que permito, es porque te amo.

Y porque, así como el oro, necesitas pasar por el fuego que son las pruebas para sacar lo mejor de ti. He llorado contigo cuando vienes fatigado, cansado, harto de que las cosas salgan mal y en tu turno me pides que te ayude, que te consuele, porque te sientes solo.

Sé que a veces soy tu única compañía, y que nadie mejor que yo comprende tus problemas. Todos te juzgan, todos te critican, pero nadie pregunta por qué haces las cosas. A mi me paso lo mismo, todos me criticaron, nadie me comprendió, hasta a quienes yo llame mis amigos, me dejaron solo al llegar la prueba.

Pero debes aprender de mí, que aunque la vida sea dura contigo y sientas que las pruebas que vienen no las vas a aguantar, aunque sudes sangre de la angustia, debes alzar tu vista al cielo y decir “hágase tu voluntad”. Entrega tus problemas, tus vicios, tus miedos a mí, dámelo todo, yo para eso nací, para dar testimonio que de la mano del Padre, nada es Imposible.

No quiero que tomes a mal lo que te he dicho, no es un reclamo, recuerda que yo fui el primer cucurucho, yo hice mi primera Cuaresma en el desierto, donde me enfrenté a Satanás y cargué mi cruz durante todo el recorrido en la primera procesión por la vía dolorosa.

Pero ante todo, recuerda que yo al tercer día resucite de entre los muertos y pagué hasta con la última gota de mi sangre para que tú tuvieras vida eterna. No me hagas sentir que todo eso fue en vano, sé que tú me amas y me lo demuestras con tu entrega.

Y lo único que quiero es que lo reflejes con tu vida. En cada turno escucho oraciones pidiendo paz, pidiendo perdón, y muchas cosas más y yo te lo aseguro, todo eso lo obtendrás si me permites habitar en tu corazón, déjame llenarte de luz, para que la transmitas a tus hermanos y a tu familia.

Déjame ser tu vida y te aseguro que cada Semana Santa, de hoy en adelante, no dejara ese vacío en tu corazón, porque de ahora en adelante, seré yo quien lo llene.

Perdona si lastime tus sentimientos, no quise hacerlo, pero tú me preguntaste por qué lloraba y esta es mi respuesta.»»

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