Íbamos tan deslumbrados por las luces muy coloridas, tan deleitados con la bella música, anonadados por la Belleza de las imágenes de nuestra Madre bellamente ataviada y representada, íbamos preocupados por el frío e ir bien abrigados, de no tener hambre e ir preparados, de detenernos un momento y descansar después de tanto caminar el tradicional rezado.
Pero mis ojos no se percataron de tu cansancio, mi emoción no me permitió poner atención a tu trabajo; arduo, sacrificado y muchas veces mal pagado. Sí, a ti hermano y hermana sayón, lirero, sostén del lazo apoyo del palio, jalador de timbales, inmune de la pólvora y el estrés.
Un aplauso para ti porque aunque te ignoré la mayor parte del cortejo, pude observar tu fatiga, tu alegría y esmero.
Porque tuviste el privilegio de resguardar la seguridad de nuestra Madre ante el alambrado durante todo el cortejo, porque corrían de un lado a otro evitando algún percance, porque tus manos y tus fuerzas se extendían más alto muy cerca de su rostro.
Porque de seguro tus pies cansados tus manos y cintura llagadas terminaron al final del cortejo después de ir entre ‘jaloneo y jaloneo’ resguardando con el lazo.
Porque los últimos serán los primeros tu puesto de llevar la planta detrás de todo el rezado no será el menor a los ojos de nuestra Madre sino el mayor de sus amores, porque le facilitas el camino al músico llevando su pesada carga.
Y aunque bien tu paga material no sea la más remunerada Jesús y su Madre te esperarán con un mayor regalo, por eso estas líneas de agradecimiento y de aplauso son para ti hermano y hermana.