Anécdota de: Devoto de San Felipe
Para un devoto del Señor Sepultado de San Felipe de Jesús, poder acompañar al Milagroso Señor Sepultado es algo que se espera con mucho fervor, ya que son las únicas 15 horas del año en las que se puede caminar junto a la imagen por las calles.
En los últimos años la cantidad de personas que desean cargar en la procesión felipeña ha crecido rápidamente, al punto que en el 2015 se cerraron inscripciones antes de lo esperado y se alcanzaron los 80 turnos de 100 brazos. Todos los devotos hacen el esfuerzo de llegar a su turno, sin importar que solo los primeros turnos carguen dos veces y los demás tengamos que ofrecer toda nuestra penitencia en un solo turno.
Se acercaba la media noche cuando a un costado de la Ermita de Santa Lucía esperabamos pacientemente nuestro turno. El anda llegó, sonó el trimbre y empezamos a hacer el cambio de turno. Luego de esos pocos segundos del cambio vi que delante mío iba un hermano devoto con su hijo pequeño de la mano.
El niño iba feliz, se bamboleaba y parecía bailar al ritmo del marcapasos y de la marcha que nos tocó en el turno. El niño habrá tenido 4 o 5 años, pero avivado como pocos.
-Papi, ¡Qué enorme es esta procesión, es la más grande que haya visto en mi vida! – Expresaba maravillado el niño, como si hubiese tenido una larga vida y hubiese apreciado cientos de procesiones.
-Sí hijo, es grande el anda- Le contestó el papá.
Caminamos otros pasos y empezaron los timables a marcar el inicio de la marcha. -¡Y está hermosa la procesión! es la más linda de todas.- Prosiguió el niñito, ‘echándole flores’ a la comisión de adorno y compartiendo la opinión de un vendedor ambulante quién atónito expresaba «¡eso es puro oro «muchá»!… ¡en serio!… ¡miren cómo brilla!… ¡eso tiene que ser puro oro!»
Ya ibamos casi a medio turno, cuando el niño preguntó: -Papi, ¿y pesa mucho?
A lo que el padre respondió con la mejor enseñanza que un cucurucho le puede dar a su hijo: -A Jesús le pesó más. Esto no es nada comparado con lo que le dolió a Él.-
Poco a poco íbamos llegando al cambio de turno. Se estaban terminando esos 10 minutos por los que esperamos todo el año. Se podía ver a los devotos del siguiente turno empezando a arrodillarse. Fue entonces cuando ese niñito, que hizo tan especial este turno, se convirtió en un devoto más del Milagroso Señor de San Felipe, diciendo:
-¡Me encanta esta procesión!… Papi, quiero cargar a este Jesús toda mi vida.
En ese momento entendí que ese turno fue especial, no fuimos 100 devotos, fuimos 101.