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La Semana Santa de Miguel Ángel Asturias

Conoce la Semana Santa de Miguel Ángel Asturias compartido por Walter Enrique Gutiérrez Molina, Licenciado en Historia, Coordinador de la carrera de Historia, Programa de Maestría en Historia del Arte, Escuela de Historia, USAC.

En el cincuentenario de la entrega del Nobel de Literatura al insigne guatemalteco, sirvan estas líneas para exaltar y evocar el espíritu de barroquismo y mestizaje del cual Asturias hizo gala a lo largo de su carrera llevando su pluma a las más altas cumbres del Realismo Mágico latinoamericano, y con él las raíces de su tierra, que además de mayas son también judeocristianas.

El miércoles 16 de abril de 1924 apareció en las páginas 4 y 5 del diario El Imparcial un artículo titulado: Retablos de la Semana Mayor, y calzando el titular, la frase: los escribió Miguel Ángel Asturias.

De un buen número de guatemaltecos es quizá conocido que el escritor nació en el barrio de la Candelaria y que su devoción por el Nazareno cabizbajo marcó mucho de su consciencia de nacido en esta tierra, por lo tanto, un artículo con esta temática resulta natural ante la necesidad de Asturias de evocar su pasado, situación que late a en su dilatada carrera.

Sin embargo, y a pesar de su acendrada devoción, sus raíces enredadas en el mágico mundo del barroquismo mestizo del catolicismo guatemalteco resultan ser poco conocidas o estudiadas a lo largo de su prolija trayectoria literaria.

El poema dedicado a Jesús de Candelaria en Sien de Alondra (1949) es sin duda el máximo exponente de su vena mística religiosa occidental; versos conocidos por algunos círculos académicos y de devotos que reconocen en él una capacidad lírica, narrativa y descriptiva de la imagen del Nazareno de niveles altamente estéticos y delicados, que hacen honor a la talla que el laureado escritor tanto amó.

En sus conocidas obras Leyendas de Guatemala (1930); El Señor Presidente (1946); Viernes de Dolores (1972) o en la inacabada El Árbol de la Cruz (1973), el literato hace constantemente evocaciones al mundo del catolicismo tradicional en el que se vio envuelto en su infancia, tanto en el barrio de la Candelaria, como en Salamá. En la última exclama evidenciando su riqueza figurativa y las formas propias de las jaculatorias ignacianas:

Una diadema luminosa le daba más apariencia de Cristo, una verdadera diadema de piedras preciosas que repartían un halo [luminiscente] en el agua que ya en lo profundo se agitaba. ¡Ah, piel azul! ¡Mar de piel de cielo! -¡Escóndeme! ¡En tus llagas escóndeme!-.

En sus Retablos de la Semana Mayor, escritos quizás entre 1923 y 1924, antes de su primer viaje a Europa, se descubren varios indicios de la genialidad que lo acompañará hasta el final de sus días en 1974.

Con un fuerte tinte emanado de la obra del nicaragüense Rubén Darío se perfilan en sus textos una profunda y rica forma de utilización del lenguaje, que recuerdan en parte los cuentos de Azul, pero que al mismo tiempo van abriendo paso a la riqueza formal y descriptiva de sus Leyendas de Guatemala.

El contenido del artículo no llega aún a la magnitud de retratar a la Guatemala mestiza de aquella época sino más bien a la religiosidad tan particular de un país que recién iniciaba un lento restablecimiento de la estabilidad eclesiástica alcanzada por la posición política del arzobispo Fray Julián Raymundo Riveiro y Jacinto OP en tiempos de Manuel Estrada Cabrera, pero vuelta a resquebrajar por las tensiones del siguiente arzobispo Javier Muñoz y Capurón SJ y el gobierno de José María Orellana que terminaron con la expulsión del prelado.

El texto en mención transita entre los referentes bíblicos de la pasión de Cristo intercalándolos con breves episodios de los días de la Semana Santa en la Nueva Guatemala de la Asunción, especialmente en los párrafos dedicados al Lunes Santo, Miércoles Santo y Viernes Santo.

La prosa de Asturias se convierte en este artículo en un cúmulo de pasajes que van recreando los episodios finales de los evangelios, envueltos en una maravillosa descripción de lugares, climas, personas y acciones que refuerzan la espiritualidad de las abuelas de aquellas primeras décadas del siglo XX, construida antes de la Reforma Liberal.

El tamaño del texto no permite exponerlo completamente, pero se han escogido algunos párrafos que puedan ilustrar al lector en este apasionante tema de las letras de Asturias sobre la espiritualidad y religiosidad que lo inundaban y con las cuales convivía en su casa del barrio más populoso de aquellos años.

Domingo de Ramos

Calman las campanas, lento paso se llega y el marco de la puerta, sin toda la luz de alba, rodea la figura el diácono que representa a Jesús. Se detiene la claridad de la mañana que trae emoción de llanto, lo ahoga el entusiasmo litúrgico de las vestiduras y el sentimiento que corresponde a su voz, “tímido y amargo”, según quiere San Mateo. En el silencio se incorpora la ciudad, llegan gentes de todos los rumbos a celebrar la pascua. Pasadas las Expiaciones, la vigilia del perdón y la lectura del Éxodo, de los Números y del Levítico, se sucede el jubileo de los tabernáculos. Ruido torrencial de fiesta.

Capilla de Jesús Nazareno de los Milagros
Capilla de Jesús Nazareno de los Milagros

Lunes Santo

La abuela afondó su voz leyendo la lección del Profeta Isaías en la página de un misal abierto sobre sus enaguas de lana merina. Su carne recuerda el tejido vegetal del árbol maldito; carne con sequedad de higuera, flaca, rígida y abrasada. Se tiene y sigue leyendo, toma aire para no agotarse en la
emoción del día que arde, pleno de sol, sobre las puertas y el polvo vivo de las calles sin sombra. La llama del Lunes Santo, calcina en el incensario múltiple de la vida, los aromas del Domingo de Ramos…

… El viento se derrama holgadamente, cubre el cielo la pompa de una gran nube blanca y cede el calor, pero siempre, junto a la abuela que lee al Profeta, oigo unos pasos hondos, como si fueran andando dentro del mar; huelo un perfume de amor que hace grandes mis pulmones y siento la emoción de un vuelo que sustraen a mis ojos dos alas raudas. La última luz del Lunes Santo, se agobia en el silencio de los atrios y traspasa la vehemencia de nuestros corazones de un temor de noche sin camino.

La Semana Santa de Miguel Ángel Asturias

Martes Santo

Por céspedes rojos, de languidez otoñal, el viento arrastra hojas descoloridas y trizas de leña. El sol seca la humedad del plenilunio en los alisares y recuestos, y todo se traspasa del reposo de la piedra harinera que ha dejado de moler… ¿En dónde está aquel? Caravanas de Alejandría llegadas anoche participan de la fiesta de los Tabernáculos y llenan Jerusalén de gentes andariegas…

Miércoles Santo

Los mendigos se colocan en las últimas bancas de la Santa Iglesia. Realidad que simboliza un altar cubierto de exvotos: brazos, piernas, ojos, orejas y labios que cuelgan. Estos exvotos vivos de la tarde del Miércoles Santo los ofrece la inconformidad humana que busca el alivio del dolor y de la muerte; y su desdicha y tristeza personales, con ser tan grandes, nos parecen pequeñas por contraste con la pena del mundo.

Semana Santa de Miguel Ángel Asturias

Jueves Santo

La página del misal se hincha de gozo en las manos de todos, como un ala blanca y el oficiante lee: ¡Amaos, os lo pido, como yo os amé! El nuevo mandamiento es de tal manera humano que entristece la fiesta. El mandamiento del amor, aleja la realidad presente y, dentro del humano final, se cobra y paga de una realidad eterna. Su desnudez fulge frente a todas las filosofías vestidas y se defiende porque las confunde.

Viernes Santo

Mi huerto florece en los mejores instantes. Los almendros en flor, tenderán sábanas para el cuerpo de nardo de un Rey. Bajo los cerezos, el agua de las balsas ha sentido el aliento de su boca con sed. Bajo las alas de las tórtolas, los polluelos han sentido la vacilación del desamparo. Bajo los haces de leña, las hojas secas han sentido la promesa de su resurrección.

Procesión del Cristo Yacente Parroquia El Calvario
Procesión del Cristo Yacente Parroquia El Calvario

Sábado Santo

En el vestíbulo de este retablo, la congoja sale de su envoltura grave y ruin y se convierte en mariposa alada. Yo asisto desde mi reposo sabático a la metamorfosis de las congojas humanas. Mi sentimiento posee el silencio de la llama apagada, de la flor seca y de la carne muerta; y soporta el revoloteo doloroso de las congojas que de un momento caerán rendidas. La soledad de la muerte se completa cuando cesa este movimiento.

¡Qué tremendo!

Esta degustación de la Semana Santa de Asturias es una invitación a releer al gran literato, pero también a valorar la multiplicidad de sus aportes en el campo de la cultura y las artes que Guatemala ha forjado a través del tiempo; es también un pequeño homenaje a quien marcó para siempre la forma de vernos en los espejos del mestizaje y sus expresiones barrocas, dentro de las cuales el ciclo de la Semana Santa ocupa quizá uno de los más connotados niveles de expresividad.

Extraído de: Semana Santa 2017 «suplemento especial Diario La Hora«, página 4.

Jesús de Candelaria era la imagen de devoción en la Semana Santa de Miguel Ángel Asturias
Jesús de Candelaria era la imagen de devoción de Miguel Ángel Asturias