Había en la biblioteca de la Basílica (debería estar, pero no he vuelto a saber que alguien lo haya visto) un manuscrito realizado por el P. Miguel Fernández Concha en el año de 1906. En él cuenta un episodio ocurrido en el gobierno de Manuel Lisandro Barillas (no precisa el año).
El texto dice que el presidente mandó que toda procesión «quedaba secularizada» (que no podía llevar sacerdote), así que Fray Julián Riveiro y Jacinto, que se había quedado en Guatemala después de la excalustración, dispuso que no saliera el Santo Entierro, «más como es costumbre la gente acudió a la iglesia de Santo Domingo y se llenó la iglesia y la plazuela. La policía instó varias veces para que saliera la procesión, pero no lo consiguió; el P. Riveiro rezaba en el púlpito el Santo Rosario de quince misterios cuando rompieron la verja de la capilla del Señor y sacaron la imagen a la calle».
Santo Domingo del siglo 19
¡Se imaginan el escándalo! El Señor tomado a la fuerza por el pueblo para cumplir con la venerable tradición, que ya para ese momento era tradición de siglos.
El asunto no queda ahí. Haciendo mi tesis de grado localicé en el Archivo General de Centroamérica bajo la signatura B, legajo 740, expediente 17390, fechado el 29 de marzo de 1879, un documento firmado por Fray Julián Riveiro que publiqué en el Suplemento de Semana Santa del Diario La Hora el año pasado, y que textualmente dice:
«Considerando los infinitos desordenes, irreverencias y otras dificultades que se causan para tener lugar la procesión del Señor Sepultado de esta iglesia, pongo en conocimiento de usted que he dispuesto suprimirla con el consentimiento pleno del Muy Ilustre Señor Gobernador, mayormente careciendo de los recursos necesarios para el efecto, suplicándole para mi seguridad ponga al calce de esta su resolutivo parecer.»
Así que el tan querido y recordado fraile, se opuso a la procesión incluso antes que el gobierno la hubiese limitado, remarcando una cuestión interesantísima que parece la verdadera razón para cancelarla: «careciendo de los recursos necesarios para el efecto» ya que se le habían cortado los fondos públicos para ese momento.
Las páginas liberales dejan muchas lecciones: el manejo de la información (deliberadamente cuentan unas cosas y ocultan otras); el problema del financiamiento de las procesiones que se solucionó con hacerlas autofinanciables por los mismos cucuruchos; la actitud hostil hacia la religiosidad y la piedad del pueblo; el desconocimiento de los grupos dirigentes del valor de la tradición, la cultura y la espiritualidad del pueblo.
Cualquier parecido con la realidad actual, no es pura coincidencia.
Todavía le dedicaré otra historia al tema vergonzoso de la actitud de la dirigencia dominica, que, por cierto, habría que preguntarse ¿Y las damas que dicen? ¿Si habrá Pésame en las calles? por qué cancelar el Santo Entierro no significa que la Virgen deba quedarse encerrada para unos pocos ¿o sí?
Por: Lic. Walter Gutiérez.