La consagración de una Iglesia Católica: Una perspectiva del rito moderno y el rito solemne antiguo
Todo este ritual y parafernalia antiguos que nos llevaban a hacer comprender lo sagrado de un recinto religioso, están contenidos y descritos en el libro manuscrito de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Guatemala, al cual se tuvo acceso en una copia digital para la presente investigación, en el ritual romano y en el Misal Romano antiguos (1,837) al que el presente investigador tuvo acceso. (Imágenes 22, 23, 24 y 25), así como sendas descripciones en sitios electrónicos de consulta.
La consagración de Aras, o sea los altares consagrados para la Santa Misa
En las próximas líneas vamos a resumir en qué forma estaban consagradas las Iglesias donde aún hoy, la feligresía católica se reúne a celebrar la Santa Misa, centro de la vida y la fe cristianas.
Vamos a señalar lo que son las cruces de consagración para ciertos templos donde aún existen y subrayaremos la importancia que tiene la conservación de las aras consagradas (que son piedras en el centro de los antiguos retablos) ya que son instrumentos dignos de respeto y veneración por el hecho de acercarnos al misterio de Jesús Eucaristía, ya que para tal fin fueron realizados y el respeto que debemos a los mismos templos y altares, ya que en su mayoría todos están consagrados, lamentando el hecho de que muchos, comprendiendo mal el sentido y significado del Concilio Vaticano II, desecharon aras consagradas y altares enteros, sustituyendo por cosas de poco valor espiritual y o artístico.
Dedicación y Consagración de una Iglesia Católica
Nuestros templos e Iglesias son lugar sagrado, ahí es donde se deposita N.S. Jesús Sacramentado en el Sagrario o “Sancta Sanctorum” ahí es donde reposan las reliquias de los Santos y Mártires de la Iglesia Universal, ahí es donde se ofrece el Sacrificio vivo y Santo de la Eucaristía, no es un simple salón, no es un simple garaje o local, es un lugar en el que la Iglesia Católica desde antiguo ha buscado que sea lugar de reunión de Dios para con sus fieles, por eso es que una Iglesia ó templo católico tiene una Consagración o Dedicación.
«Dedicación» es la palabra que usó siempre la Tradición de la Iglesia para «consagrar» los templos y sus altares. En realidad toda bendición es una consagración del objeto o la persona a Dios.
¿Qué es consagración?
La consagración es la solemne dedicación a un propósito o de servicio especial, por lo general religioso. La palabra «consagración» significa literalmente «asociar con lo sagrado». Personas, lugares o cosas pueden ser consagrados, y el término se utiliza de diferentes maneras por diferentes grupos. Un sinónimo de consagrar es santificar; un antónimo es profanar.
El Pontifical habla siempre de «dedicación» en relación al templo y al altar.
De hecho, la única consagración que se contempla es la de vírgenes. Lo demás son bendiciones, aunque la profesión religiosa es también un modo de consagración.
La ceremonia solemne de dedicación o consagración se encuentra en el Pontifical Romano y se realiza de jure por un obispo. El rito más simple, que se da en el Ritual Romano, está reservado generalmente para los obispos, pero puede ser realizado también por un sacerdote con delegación episcopal.
Todas las iglesias, oratorios públicos y semipúblicos, si se destinan al culto Divino in perpetuum (para siempre), deben ser cuando menos bendecidos antes que los Sagrados Misterios puedan ser celebrados en ellos (Cong. of Rites, Sept., 1871). Los oratorios puramente privados o domésticos no pueden ser dedicados así, sino simplemente bendecidos con la Benedictio loci (cf. Ritual o Misal Romano) en cada ocasión que se celebre misa en ellos.
Como regla, las iglesias principales en cada distrito deben ser consagradas en la manera solemne, pero debido a que para una consagración lícita se requieren ciertas condiciones que no son siempre posibles, (cf. Irish Ecclesiastical Record, Abril, 1908, p. 430) el rito de dedicación simple ordinario es considerado como prácticamente adecuado.
Ambas formas consagran el lugar y contribuyen, como los sacramentales, a la santificación de los fieles, pero difieren en que mientras una iglesia que está consagrada si se contamina, por ejemplo en los caos en que tristemente han profanado nuestras Iglesias, debe ser reconciliada por un obispo, una iglesia que está simplemente bendecida puede ser reconciliada en circunstancias similares, por un sacerdote (cf. Ritual Romano).
La diferencia en las dos formas de dedicación es que una iglesia consagrada tiene derecho a celebrar cada año la fiesta del aniversario de su consagración, que debe celebrarse como un doble de la primera clase con una octava por todos los sacerdotes asignados a la iglesia.
Una iglesia que solo está bendita no tiene derecho a esta fiesta de aniversario a menos que per accidens, es decir, cuando está incluida en el indulto especial concedido para la celebración simultánea de los aniversarios de todas las iglesias en un distrito o diócesis.
En este caso el Oficio y Misa deben ser celebrados en cada iglesia, dentro de los límites del indulto independientemente de su consagración (Cong. de Ritos, n. 3863). Puede escogerse cualquier día para la dedicación de la iglesia, sin embargo el Pontifical Romano sugiere aquellos «Domingos y solemnes días festivos» que admiten el Oficio y la Misa de dedicación así como la celebración del aniversario.
El hecho de ungir con el Santo Crisma el altar y las paredes de los templos dedicados nos lleva a pensar en el término «consagración».
Las iglesias o están bendecidas (en el caso de iglesias o capillas de uso particular o limitado) o consagradas.
Las primeras imágenes muestran los preparativos de la construcción del nuevo templo: sacralización del terreno ya delimitado (Imagen 1), bendición y colocación de la primera piedra (Imagen 2) y bendición de los cimientos (Imagen 3).
Una vez terminado el edificio, se procede al ritual de la dedicación propiamente dicho:
PARTE I: Ritos de purificación
Lustraciones: la bendición del agua se hacía junto al lugar donde se había celebrado la vigilia al lado de las reliquias; con el agua bendita, el obispo y el clero hacían la aspersión del exterior de la iglesia dando dos vueltas (Imagen 4).
Al final de la segunda vuelta, el obispo llamaba a la puerta de la iglesia y ésta no se abría. Daba entonces el obispo una tercera vuelta aspergiendo y al final accedía al interior con el clero (Imagen 5).
Se entonaba el Veni, Creator y las letanías. Mientras, se escribía el alfabeto (en latín y en griego) en el suelo sobre ceniza (Imagen 6) e (Imagen7).
Se canta el Benedictus y se bendice el «agua gregoriana» (Imagen 8), que consiste en agua bendita mezclada con vino, sal y ceniza que se utilizaba en la consagración de las iglesias, altares y aras de altar.
Se utilizaba para la purificación de la iglesia por dentro en la ceremonia de dedicación. El obispo pide de nuevo la ayuda del Señor. Bendice esta agua especial llamada agua bendita gregoriana, pues se atribuye al Papa San Gregorio Magno este rito. Esta agua es un símbolo de la fuente que brota de la cruz de Cristo, la transmisión a todo el mundo de su gracia santificante.
Ahora será preparar la casa de Dios para los fieles. La propia consagración está llena de pensamientos sublimes y lirismo.
La sal es bendecida como un símbolo de poder que sale de la cruz, que el origen divino de la vida nueva lleva a cabo en el mundo. Se bendicen las cenizas que recuerdan la penitencia. La sal se mezcla con las cenizas, y ambas con el agua.
Cuando la fuerza de lo alto se mezcla con los actos penitenciales, entonces el agua de la vida celestial se agita. Por último el vino es bendecido y se mezcla con el agua, para que fructifique la primavera de la gracia y la vida en Dios.
La purificación interior de la iglesia comienza desde el altar, y se extiende a otras partes de la iglesia. En primer lugar el Obispo hace los signos del altar en el centro con el agua gregoriana y luego en las cuatro esquinas del altar, en referencia al sacrificio de propiciación, cuya renovación se hace aquí, y a las cinco llagas de Cristo.
A continuación pasa alrededor del altar siete veces, rociándolo con el agua gregoriana. El número siete representa la purificación perfecta, que emerge de la fuente del sacrificio. Ahora la misma plenitud de la bendición puede ser llevada sobre el resto de la iglesia y llenar todo el espacio.
El Obispo va desde el altar tres veces alrededor del interior de la iglesia: dos veces de derecha a la izquierda y una vez desde la izquierda a la derecha. Se rocían las paredes con el agua Gregoriana, en primer lugar abajo, a continuación en el medio, y después hacia arriba.
Luego rocía el suelo en forma de cruz, desde el altar mayor, a las puertas principales y de una pared lateral a la otra. Finalmente, en el centro de la iglesia en pie al este, oeste, sur y norte.
Se marcaban cinco cruces sobre el altar, que era rodeado con una aspersión séptuple (Imagen 9). La purificación interior de la iglesia comienza desde el altar, y se extiende a otras partes de la iglesia. En primer lugar el Obispo hace los signos del altar en el centro con el agua gregoriana y luego en las cuatro esquinas del altar, en referencia al sacrificio de propiciación, cuya renovación se hace aquí, y a las cinco llagas de Cristo.
A continuación pasa alrededor del altar siete veces, rociándolo con el agua gregoriana. El número siete representa la purificación perfecta, que emerge de la fuente del sacrificio. Ahora la misma plenitud de la bendición puede ser llevada sobre el resto de la iglesia y llenar todo el espacio.
El Obispo va desde el altar tres veces alrededor del interior de la iglesia: dos veces de derecha a la izquierda y una vez desde la izquierda a la derecha. Se rocían las paredes con el agua Gregoriana, en primer lugar abajo, a continuación en el medio, y después hacia arriba.
Luego rocía el suelo en forma de cruz, desde el altar mayor, a las puertas principales y de una pared lateral a la otra. Finalmente, en el centro de la iglesia en pie al este, oeste, sur y norte.
Las paredes del nuevo templo eran aspergidas con tres vueltas. (Imagen 10)
Se aspergía luego el pavimento. (Imagen 11)
PARTE II: Traslado y colocación de las reliquias
Procesión con el pueblo para traer las reliquias al nuevo templo (Imagen 12)
Preparación del sepulcro (sobre o debajo del altar). Se realizan cuatro unciones del sepulcro. Se unge el altar y se inciensa (Imagen 13) las reliquias sobre el altar nuevo, antes de encerrarlas, pone crisma en la confesio, en los cuatro ángulos por dentro, encierra la almendra con las reliquias, después pone tres porciones del Cuerpo del Señor en la confesio y pone la tabla»(*4.-) de acuerdo a la usanza del siglo X,actualmente no se pone porciones del Cuerpo del Señor,solo reliquias.
PARTE III: Consagración del altar
Continúa la incensación del altar (Imagen 14)
El obispo traza cinco cruces con el Óleo de los Catecúmenos y otras cinco con el Santo Crisma.(Imagen 15)
Lo vuelve a ungir con ambos óleos (Imagen 16).
Sigue la crismación de los muros de la iglesia sobre doce cruces: son ungidas, incensadas y ante ellas se enciende una vela. (Imagen 17)
El obispo regresa al altar. Se queman sobre el mismo cinco montoncitos de incienso que tienen forma de cruz y base de cera. Mientras tanto se canta el verso aleluyático Veni, Sancte Spiritus. Después el obispo canta el prefacio para la consagración de la iglesia. (Imagen 18)
Crismación de la base del altar y de las junturas. (Imagen 19)
Vestición del altar con los manteles. Después es incensado de nuevo. (Imagen 20)
PARTE IV: Eucaristía
Comienza la misa, que puede ser celebrada por un presbítero ante el obispo asistente.
El rito de la dedicación le corresponde al obispo dedicar a Dios las nuevas iglesias que se edifican en su diócesis. El rito tiene las partes siguientes:
a) Entrada en la iglesia. Hay dos ritos que sobresalen: I) La entrega de la iglesia: los delegados de aquellos que han trabajado en la edificación de la iglesia se la ofrecen al obispo, en este caso al Papa. II) la aspersión de la iglesia: el Papa bendice el agua y con ella rocía al pueblo, que es el templo espiritual, y después las paredes de la iglesia y el altar.
b) Liturgia de la Palabra. Se proclaman las lecturas, escogidas entre las que propone el Leccionario para el rito de la dedicación de una iglesia. Después el Obispo pronunciará la homilía. A continuación se hace la profesión de fe, el «Creo en Dios». Y después las letanías de los santos-que sustituyen la tradicional «oración de los fieles» -, que son una invocación a la Iglesia del cielo en momentos de especial significación en las celebraciones cristianas.
c) La oración de dedicación y la unción de la iglesia y del altar. Tras el canto de las letanías, se colocan las reliquias de algunos santos, como es tradicional en la iglesia. La celebración de la eucaristía es el rito principal y único necesario para la dedicación de una iglesia. Sin embargo, según la tradición común de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente, se hace una oración de dedicación, con la que se manifiesta el propósito de dedicar la iglesia para siempre al Señor y se pide su bendición.
A continuación tiene lugar la unción del altar y de las paredes de la iglesia. El altar se convierte así en símbolo de Cristo, que es y se le llama el Ungido por excelencia y que con la ofrenda de su cuerpo -renovada en las celebraciones de los santos misterios- continúa la redención del mundo por medio de la Iglesia. La unción de la iglesia significa que ésta es dedicada por completo y para siempre al culto cristiano. Se hacen doce o cuatro unciones para significar que la iglesia es una imagen de la Jerusalén celestial.
Incensación. Para significar el sacrificio de Cristo, que allí se perpetúa sacramentalmente, sube hacia Dios como ofrenda agradable y propiciatoria con las oraciones de los fieles. La incensación de la nave de la iglesia indica que ésta, por la dedicación, se convierte en casa de oración. Pero se inciensa en primer lugar el pueblo de Dios, que es el templo vivo, en el que cada fiel es un altar espiritual.
Luego viene el recubrimiento del altar. Con las toallas puestas sobre el altar se quiere indicar que éste es ahora la mesa del Señor, también recordando su santo sepulcro y recordando el momento fundacional de toda celebración litúrgica cristiana: la Cena del Señor. El altar se adorna como para una fiesta y una comida, en la que los fieles toman el alimento divino, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo inmolado.
La iluminación del altar, seguida de la iluminación de la iglesia, recuerda que Cristo es la «Luz que se revela a las naciones» y que la Iglesia brilla con esa luz.
d) Celebración de la eucaristía. Preparado ya el altar, el Obispo celebrará la eucaristía junto con los obispos y presbíteros presentes. Esta es la parte más antigua y más importante de todo el rito de la dedicación. Con la celebración de la eucaristía se manifiesta el fin principal de la edificación de una iglesia y de la erección del altar. La eucaristía consagra el altar y el lugar de la celebración, tal como los padres antiguos afirman repetidamente: «Este altar es admirable porque por naturaleza es una piedra pero se convierte en santo después de que ha sostenido el cuerpo de Cristo» (San Juan Crisóstomo).