Saltar al contenido

Quinta aparición de la Virgen de Fátima | como nunca de lo habían contado

Poporopoas_pinulito_septiembre

Conoce la Quinta aparición de la Virgen de Fátima: 13 de septiembre de 1917. Puedes saber cómo fue la cuarta aparición de la Virgen de Fátima aquí.

A lo largo de las sucesivas apariciones de la Santísima Virgen en Cova de Iría, había ido aumentando el número de los que en ellas creían. Así, el día 13 de septiembre se verificó una afluencia extraordinaria de peregrinos al lugar bendito, una multitud llena de respeto, calculada entre 15 y 20 mil personas, o tal vez más.

Narra la Hermana Lucía:

“Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que nos hacían caminar con dificultad. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos querían vernos y hablar con nosotros, pidiendo que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. […]

Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con la gente. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a la Santísima Virgen sobre la encina. [Nos dijo:]

— Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrán también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, y San José con el Niño Jesús, para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios*, pero no quiere que durmáis con la cuerda, usadla sólo durante el día.*

— Me han encargado que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo.
— Sí, a algunos curaré, a otros no. En octubre haré un milagro para que todos crean. Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre”.

Según el testimonio de algunos espectadores, con ocasión de esa visita de la Santísima Virgen, como en las otras veces, sucedieron diversos fenómenos atmosféricos. Observaron “a la aparente distancia de un metro del sol, un globo luminoso que en breve comenzó descender hacia poniente y, de la línea del horizonte, volvió a subir en dirección al sol”.

Además, la atmósfera adquirió un color amarillento, verificándose una disminución de la luz solar, tan grande que permitía ver la luna y las estrellas en el firmamento; una nubecita blanca, visible hasta el extremo de la Cova, envolvía la encina y con ella a los videntes. Del cielo llovían como flores blancas o copos de nieve que se deshacían un tanto por encima de las cabezas de los peregrinos, sin dejarse tocar o coger por nadie.

Aunque breve, la aparición de la Virgen dejó a lo pequeños videntes muy felices, consolados y fortalecidos en su fe. Francisco se sentía especialmente inundado de alegría ante la perspectiva de ver, de allí a un mes, a Nuestro Señor Jesucristo, como les prometió la Reina del Cielo y de la Tierra.

Extraído de: Fátima, Por fin mi Inmaculado Corazón Triunfará, Mons. João S. Clá Dias; Heraldos del Evangelio.

Salir de la versión móvil