Con mucho agrado se han recibido las noticias sobre la institución de nuevas procesiones infantiles en 2023 de algunas iglesias del Centro Histórico. Y en realidad, no podrían ser más oportunas dentro del contexto actual relacionado a la reciente declaración de la Semana Santa guatemalteca como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
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El patrimonio debe entenderse, a la luz de la UNESCO, como el “legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras”.
La transmisión habla por tanto, de un relevo de tipo generacional que asegure la conservación del bien cultural. Y es precisamente acá, dentro del caso que nos ocupa, que la procesión infantil como parte sustancial de la Semana Santa, toma una importancia estratégica para el fin último que es su salvaguarda.
Una niñez desvinculada del bien cultural, difícilmente podrá aportar a su conservación. Y aunque hay casos de vinculación creada en la adultez, es innegable que siendo la infancia destino, crea recuerdos y emociones difíciles de borrar.
La procesión infantil en Guatemala
El concepto de una procesión diseñada para niños es relativamente nuevo, con alrededor de ochenta años a partir de su surgimiento en las parroquias de la Merced, la Recolección, Candelaria, Santo Domingo y El Calvario de la Nueva Guatemala.
Desde esos años se les reconoce como “semilleros”. Su tiempo de vida ha permitido generar devoción con cierta imagen, fidelidad a determinada parroquia e identidad a un culto específico.
Los aspectos organizativos y logísticos no distan mucho de las conocidos como propios de las “procesiones mayores” a nivel artístico y devocional, siendo necesaria la lógica adaptación de ciertos elementos como tamaño de andas y duración de las actividades.
Con el correr de los años, las procesiones infantiles han experimentado crecimiento de la base de cargadores, sofisticación en organización y una producción artística específica junto al empleo de las más conocidas técnicas de mercadeo y publicidad.
Cada detalle en la planificación de una procesión infantil cuenta, pues construye percepción y reputación de una actividad formalmente ejecutada. Todo ello, eleva su valor e incrementa el deseo a participar en ella.
¿Qué debe ser considerado en una procesión infantil?
Organizar y sacar una procesión infantil a la calle no debe ser el objetivo último pues al final, es tan sólo la forma para lograr objetivos a largo plazo de conservación, preservación y salvaguarda del bien cultural.
En mayor o menor grado, la procesión infantil debe ser diseñada siguiendo las mismas características consideradas como “ideales de las procesiones de adultos” , es decir, formalidad, decoro artístico, organizativo y muy importante, socialización del hecho que se conmemora. En pocas palabras, seriedad.
Las procesiones infantiles deben ser alentadas y promovidas en un mundo contemporáneo que ofrece a los niños miles de opciones lúdicas, de distracción y captura de sus sentidos, plagadas de tecnología y digitalización.
El desinterés de la niñez hacia las cuestiones de orden tradicional se constituye en una amenaza a la salvaguarda del bien cultural. Es deber de las hermandades, cofradías y asociaciones pasionarias acercarse a la niñez de forma mediada y adaptada a sus intereses.
