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Un petenero en romería hacia la Escuela de Cristo

Anécdota de: Petenero anónimo.

Siendo nomás un patojo de 14 años llego a mí la oportunidad de poder cargar por primera vez a tan bellas imágenes de la Escuela de Cristo, en donde por casi doce años no me perdía ningún cortejo de viernes santo como de noviembre.

Con el transcurrir del tiempo por razones personales me tuve que trasladar de lugar habitacional y no pude seguir llevándolos en hombros a mis imágenes de devoción, de eso ya ha pasado algunos años….

Este noviembre después de algunos en los que no pude regresar a cargar por razones de fuerza mayor, me alegré al saber que alguien me tenía un turno como regalo, pero así comencé a gestionar permiso laboral lo cual me llevo a tener hasta dolores de cabeza.

La mañana del treinta y uno de octubre, fue llena de carreras, entusiasmado por volver a tener ese encuentro con mis dos bellas imágenes, comienzo la travesía de atravesarme de norte a sur el país, el cansancio por el largo recorrer se me venía, mas no importaba con tal de estar ese uno de noviembre tan esperado y llevarle en hombros una vez más.

Un petenero en romería hacia la Escuela de Cristo

En el camino se presentaron un sinfín de obstáculos, a tal manera de que se complicaría todo y casi, casi me doy por vencido….(pinchazo de llantas, atrancazon de vehículos, tramo carretero en mal estado, fundición de motor de vehículo, robo de dinero….), pero mi deseo enorme era tal que no me di por vencido.

Con decir que a puro jalón pude llegar este uno de noviembre a mi Antigua, donde deje el ombligo, fue tanta mi angustia que al preguntar la hora me respondieron son las tres y media de la tarde, me dije «¡ya mi señor salió!», comencé a correr pasando a una gasolinera por la entrada a tan bella ciudad a cambiarme ya que no me daba tiempo para llegar a la casa de unos familiares, donde que me tenían preparado el turno, como pude preste teléfono para llamarles y dándome la sorpresa que el turno que me tenían era el de San Francisco, echo más que bala comienza mi recorrido hacia dicho templo, llegando en el momento justo en el cambio de turno, cual grata fue ver a las dos bellas imágenes del Señor Sepultado y a su Santísima Madre juntos, fue una gran emoción, donde se fueron mis angustias del cómo y cuanto yo había tenido que pasar para llegar nuevamente a llevarlos en hombros.

El amor a Dios, la devoción a tan bellas imágenes, es mucho, que no importa lo que deje en el camino, Jesucristo dio la vida por toda la humanidad, preguntémonos ¿Qué daríamos nosotros por Él?

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