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El pequeño acompañante de toda Cuaresma y Semana Santa

Poporopoas_pinulito_septiembre

(Cuaresma de 1990.  A mi primogénito.) – Marco Monzón.

Dios me permitió el privilegio de ser padre y de cuidar de una de sus criaturas a quien puedo llamar “mi hijo”.

Es tierno, un manojito de llanto apenas, unas cuantas libras que caben en mis dos brazos sin ocupar espacio casi, es la inocencia que echa chispas de curiosidad a través de sus  ojitos que te ven sin entender qué sucede a su alrededor.

Y aquí te lo traigo. A Ti te lo ofrezco, a Ti te lo presento, a Ti te lo dedico.  Quizá dormirá entre mis brazos, posiblemente llorará,  tal vez irá muy despierto descubriendo lo que suceda a su alrededor, pero en mi turno me acompaña y te acompaña,  y su espíritu está recibiendo un místico baño de bendiciones que Tú le prodigas abundantemente.

Tu dijiste “Dejad que los niños vengan a mí…” y el viene a Ti, prendidito de mis brazos…

Veo a varios niños que también acompañan a sus padres en su respectivo turno, algunos que van  en sus brazos, otros caminando agarrados de la mano, y algunos más  bajo el anda, como buscando la sombra protectora y bendita de tu imagen… y pienso que el que a buen madero se arrima, bendita sombra le cobija, porque Tú eres la sombra que los protegerá de todo mal…

Tú eres la luz que lo ha de iluminar, y ese momento en que me acompaña mientras te llevo en mis hombros, quedará grabado en él, como un bautismo de fe, una señal que lo marcará para siempre como auténtico cristiano…

Señor, bendice a mi hijo, y permíteme enseñarle correctamente el camino que lo ha de llevar hacia Ti. Permítele crecer en fe, y envíale los dones del Espíritu Santo.

El crecerá físicamente y el próximo año ya no lo llevaré en mis brazos, pronto caminará a mi lado, después te llevará en sus hombros, algún día transmitirá a sus hijos esta herencia, pero siempre te llevará en su corazón.

Permíteme Señor, guardar el recuerdo de este grato momento, siempre en mi alma.

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