Conoce la historia de la Parroquia San Pedro Apóstol en el mítico barrio de «San Pedrito» en la zona 5 de la Ciudad de Guatemala, lugar que guarda numerosos personajes y tesoros históricos que han aportado a la capital.
66 años de elevación a Parroquia del Templo San Pedro Apóstol
El 28 de Agosto de 1955, Monseñor Mariano Rossell y Arellano, Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala en aquél entonces, constituyó canónicamente a la capilla de San Pedro las Huertas, adscrita anteriormente a la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, El Calvario, en la nueva Parroquia San Pedro Apóstol, nombrando como primer párroco al Padre Francisco Dardon Castillo.
Hoy, 66 años después, día a día el párroco y la feligresía continúan escribiendo esta historia.
Por la Parroquia San Pedro Apóstol, o San Pedrito, como popularmente se le conoce, han pasado pastores con vocación para el servicio al pueblo, como el entonces presbítero Prospero Penados del Barrio, continuando con el P. Francisco Dardon Castillo, primer párroco, y a partir de 1959 ha estado bajo la guía espiritual de los miembros de la Orden de los Clérigos Regulares de Somasca, entre quienes destaca el querido y recordado P. Herman Bolis c.r.s., impulsor de procesiones y tradiciones, y fundador del famoso escuadrón de romanitos con quienes visitaba los siete sagrarios en Jueves Santo. Actualmente, el párroco es el P. Celestino Menjivar Tobar c.r.s., cargo pastoral que ocupa desde hace 12 años.
El relicario de la zona 5
La parroquia San Pedrito es un relicario que guarda joyas del tiempo de la colonia como la imagen del Padre Eterno y el Señor de la Columna, que reciben visitas de sus devotos todos los días del año, además de tesoros del siglo XX.
Sus imágenes de pasión son, el consagrado Jesús Nazareno de la Salvación, burilado por el maestro Uberto Solís a encargo del Padre Gabriel Solares en 1919 y la Santísima Virgen de Dolores que año con año lo sigue en la tradicional procesión del quinto domingo de cuaresma.
Sin dejar de mencionar a Jesús Nazareno de la Meditación y la Santísima Virgen de Dolores que salen en su procesión infantil del cuarto domingo de cuaresma, preservando esta tradición para las futuras generaciones.
El templo en su conjunto es fruto del esfuerzo de la feligresía y sus pastores, prueba de ello son los vitrales, las bancas, el coro alto, el tapanco y el altar, elementos tan característicos sin los que no nos podemos imaginar San Pedrito y que hoy podemos apreciar gracias a la donación generosa de familias del sector.
La creación de la Parroquia San Pedro Apóstol
A continuación, compartimos el testimonio de don Mario Oswaldo García, que formó parte del material recopilado en 2005 con ocasión del 50 aniversario de la creación de la parroquia, y que describe como era la iglesia San Pedrito de antaño:
“A finales de 1948 el barrio de San Pedro las Huertas o San Pedrito, hace 57 años era opuesto a lo que hoy es.
La Iglesia, que es la parte medular que motiva a deshojar este ramillete de recuerdos, en esta celebración de aniversario. Quiero destacar aquí un recuerdo muy querido para mí, la triple corona papal colocada sobre el frontispicio (del templo), fue hecha por mi queridísimo padre, el Sr. Oswaldo García Catalán.
Recuerdo aún verlo sobre el andamio colocándola donde esta hasta hoy en día. Posteriormente, debido a la intemperie, se decoloró y fue don Femando Trujillo, padre de Guillermo (Trujillo), cuya ausencia física lamentaremos siempre, quien la repintó dándole nuevamente ese color dorado que la hace resaltar enfrente del santo edificio.
En el interior de la Iglesia habían dos altares laterales de madera pintados de blanco, en uno de ellos se encontraba la imagen de Padre Eterno, así como está ahora, sólo que cubierto por vidrios. Éstos se mantenían siempre limpios gracias un personaje que, quizá recordaran muchos de quienes lo conocieron y trataron, era el sacristán mayor y se llamaba Benito Ramírez, quien había nacido en Mixco en un año que se pierde en el tiempo... cuantos recuerdos en torno a él. Era bajito, moreno, pelo negro, ojos verdes, delgado y vestía siempre camisa blanca abotonada hasta el cuello y sin corbata. Daba doctrina previa a recibir la Primera Comunión y era más bravo que una cama con chinches, todavía lo recuerdo con cariño aunque algunas veces me pegó en las yemas de los dedos con una regla de madera que mantenía cerca del altar; y que le servía para cuando uno contestaba mal a sus preguntas y si contestaba bien uno, nos daba dulce de plátano que siempre mantenía, quien sabe dónde lo conseguía, pero nos regalaba.
El altar mayor destacaba como debe ser siempre, la presencia del soberano Señor Sacramentado, que en humilde sagrario bendecía a sus queridos Sampedranos. Luego en el retablo en un escaparate la imagen del patrón, flanqueado por dos columnas de madera, todo como siempre pintado de blanco.
Las bancas sencillas, humildes, el piso era de color amarillo y rojo, no había coro alto, baptisterio ni nada, era una Iglesia pobre, de barrio, pero, eso sí amante de guardar sus tradiciones y celebraciones, pues la feria patronal se ponía una parte en el parque y otra en el predio sobre la 28 calle "A" donde ahora son los parqueos de la parroquia.
Las gradas eran redondas no como están ahora, a la sacristía se pasaba por el presbiterio por una puerta de madera y vidrio, era ésta de regular tamaño, guardaba un característico olor a don Benito (el sacristán), tenía una división de madera, habitación del ya referido y dos armarios de compartimientos que guardaban de un lado los ornamentos que usaba el sacerdote y del otro lado el cáliz, la custodia y el copón para las hostias, seguía un predio, terreno en el cual se construyó la casa parroquial.
El padre Santos Belausti usaba los ornamentos cuando celebraba las misas que eran muy pocas: por ejemplo la misa patronal; atendía los bautizos, uno que otro matrimonio y otras cosas importantes nada más,
El tiempo pasa como un suspiro en poco espacio hemos recorrido mucha historia, muchos recuerdos y va llegando poco a poco una época que casi pudiéramos decir actual.”
Fuente y fotografías por: Luis Eduardo Morán Valenzuela