(Texto original de Julio Lemus)
Recuerdo que era la Cuaresma del año 2002 y luego de visitar cada semana a Jesús de los Milagros, prometí hacer todo lo posible por conseguir un turno para poder llevarlo en hombros el majestuoso Domingo de Ramos.
Recuerdo que con mucho esfuerzo mandé a confeccionar mi túnica y accesorios, pero tristemente y para mi sorpresa, verifiqué que en la venta de turnos ya no había turnos; no logré conseguir mi cartulina.
Regresé a casa desconsolado y con el corazón partido, pero fue en su capilla en donde le dije «¿dime Jesús que se siente llevarte en hombros?». Pero el no haber conseguido cartulina no sería impedimento para así poder acompañarlo en su recorrido procesional.
Ese Domingo de Ramos, me alisté muy de madrugada con mi camisa, mi corbata y me túnica y lo acompañé desde la salida. Recuerdo que al momento de cantar afuera del templo «Tu Reinarás», yo me partí en llanto y le dije: Jesús como quisiera tener la dicha de llevarte en hombros. Y así lo acompañé en todo su recorrido.
Y fue hasta las 21:00 horas aproximadamente, cuando en un cambio de turno yo le dije espero el otro año si llevarte en hombros y se lo dije con lágrimas y viéndolo a los ojos.
Cuando de pronto, en el siguiente cambio de turno, en medio de la aglomeración de cucuruchos que esperan ser llamados a cargar, el miembro de la hermandad pasa entre todos y yo sin haberlo visto toca mi hombro y me dice: «¿Hermano te gustaría cargar en este turno?», con mucha alegría respondí que sí y fue allí en donde, al compás de la marcha Jesús de San Bartolo, lleve en hombros por primera vez al nazareno de mis amores y a partir de ese momento con mucha certeza puedo decir que le robé un milagro al Señor de los Milagros.