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69 años de historia sobre Santa María Magdalena del Santuario de San José

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María Magdalena del Santuario de San José: EL IDEAL DE LA PENITENCIA SEGÚN SOLÍS

Transcurría  el primer lustro de la década de los años cincuenta en el Barrio de la Recolección. En el tramo de la tercera calle, exactamente en la casa número 21, bajo la sombra de la neoclásica fachada del Templo dedicado al Santísimo Nombre de Jesús, trabajaba afanoso Don Huberto Solís Soberanis.

A solicitud del recordado Mario Ruata Asturias, una obra de gran mérito que vendría a dotar de belleza y espiritualidad el cortejo del Domingo de Ramos del Templo de San José, y más aún, de eterna compañía y consuelo a la excelsa obra que Ventura Ramírez había realizado casi un siglo antes: la sinigual Virgen de Dolores del templo josefino.

La incorporación de un nuevo conjunto de Santos Acompañantes a la procesión del Domingo de Ramos,  formaba parte de una  serie de cambios e innovaciones promovidos por Ruata Asturias y su grupo de colaboradores y que respondían a la época de transformación de la Semana Santa de Guatemala que tuvo en el Templo de  San José,  uno de sus más grandes baluartes.

Pocos años atrás don Huberto había arribado a sus cinco primeras décadas de existencia y era reconocido como uno de los más afamados escultores sacros en La Nueva Guatemala.

Quizás, en el inicio de su época de maduración artística y posterior a haber realizado  diez años atrás,  una imagen de la misma advocación sabía que era el momento de realizar una escultura similar con mayor precisión y riqueza, una obra que combinara cánones al mismo tiempo naturalistas y pletóricos de la más alta unción sacra, propios  de las imágenes de pasión existentes en el país.

Don Huberto Solís Soberanis talla la réplica del Cristo de Velásquez Foto. Hemeroteca Prensa Libre
Don Huberto Solís Soberanis talla la réplica del Cristo de Velásquez Foto. Hemeroteca Prensa Libre

El momento creativo de la realización de Santa María Magdalena de San José, estuvo marcado por dos eventos relevantes que definitivamente provocaron en Don Huberto una exacerbo de emociones y derroche artístico.

El primero, la reciente y célebre intervención practicada  a la maravillosa imagen de la Inmaculada de San Francisco, en los meses previos a su Coronación Pontificia del 5 de diciembre de 1954.

Y el segundo, la victoria del movimiento liberacionista que de la mano del Coronel  Carlos Castillo Armas y de la de Monseñor Mariano Rosell y Arellano, Arzobispo de Guatemala,  representaron el triunfo político e ideológico del catolicismo sobre las doctrinas aparentemente comunistas y ateas, consumado con la renuncia del Presidente Jacobo Arbenz Guzmán el 27 de junio de 1954.

Don Huberto, un católico conservador, férreo anticomunista saboreó el triunfo a tal grado que se permitió colocar dentro de la imagen de la Virgen Inmaculada de San Francisco un papel que, a modo de oración, agradecía la intercesión y ayuda en la victoria liberacionista. 

Inmerso en una vorágine de emociones, pero al mismo tiempo caracterizado por la introspección y retraimiento en su conducta, que según especialistas, es propia de las personas que arriban a la edad de cincuenta años, Don Huberto supo interiorizar y reafirmar con toda seguridad el modelo de belleza, digno de plasmar en la nueva  imagen penitente para el Templo Josefino.

Visión contemporánea de Santa María Magdalena del Santuario de San José en un clásico Domingo de Ramos
Visión contemporánea de Santa María Magdalena en un clásico Domingo de Ramos

Y fue así, que el inicio de su etapa de madurez don Huberto dio inicio a la “realización total” de su ideal  de Santa María Magdalena, enriquecido  con la belleza aportada por la tradición apócrifa junto al sentido de arrepentimiento y conversión, descritos en El Evangelio. 

Una década después de su primera obra de la conversa mujer, las altas cualidades creativas y ejecutorias de don Huberto estaban sumamente desarrolladas.

La idea original de la “Mujer arrepentida” plasmada con anterioridad había pasado por el tamiz de la reflexión de tal manera  que potenció la “obra definitiva” materializada María Magdalena del Santuario de San José. 

La impresionante escultura es, no sólo bella sino doliente y poseedora de un rictus, aunque alejado del drama barroco, capaz de comunicar de forma potente los mensajes propios de su iconografía.

Los ojos avellanados de cristal de María Magdalena del Santuario de San José refuerzan el sentido de  naturalidad,  propio de las esculturas de Huberto Solís Soberanis.
Los ojos avellanados de cristal refuerzan el sentido de naturalidad, propio de las esculturas de Huberto Solís Soberanis.

Descripción de la imagen de María Magdalena del Santuario de San José

La imagen de Santa María Magdalena del Santuario de San José es una imagen para vestir, elaborada con madera de cedro bajo la técnica tradicional de la escultura. 

Mide 1.70 metros y cuenta con brazos articulados que permiten otorgarle movimiento y expresividad. Sus ojos son de cristal de color avellana y se sabe fueron traídos desde la Ciudad de México por Mario Ruata Asturias.

Su policromía actual  es la original dada por el Maestro Solís, teniéndose registro únicamente de limpiezas superficiales. 

Como dato particular, la parte interior de la peana cuenta con una inscripción a lápiz, realizada con el puño y letra de su autor que reza: “Huberto Solis, Escultor y Pintor, Guatemala 1955”. 

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