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En las vísperas de un Quinto Domingo de Cuaresma

Anécdota de: «Anónimo»

Cómo pasa el tiempo, aún parece que fue ayer; pero ni el cumpleaños, ni el fin de año, nada en la vida es tan esperado cómo este día, sí en las vísperas de un Quinto Domingo de Cuaresma que Dios nos ha permitido llegar y que con muchas dificultades y altibajos hemos llegado.

Transcurrían los días y las horas, de todo un año, desde aquella madrugada del lunes de dolores, cuando a los compases musicales de la marcha “Dolorosa de San Bartolo” nos despedíamos una vez mas recargados de toda la buena batería que nos habías dado donde más de dieciocho horas hemos de caminar a tu lado.

Hoy no nos queda más que darte infinitas gracias por traernos con vida y con bien a este esperado día que llena el alma de nosotros tus hijos favoritos, tus cucuruchos… Prepáranos el corazón para que cuando amanezca jubiloso el Quinto Domingo de Cuaresma nos volvamos a encontrar contigo y caminemos de tu lado y que en ese sendero doloroso, nos alivies nuestras penas en este día de tanto esperar.

Y que después no te dejemos en olvido, que te veamos en el hermano necesitado, en el pobre, en el huérfano, que te veamos en la esquina y en cada calle de nuestra ciudad, que no tengamos que caminar hasta tu aldea para verte Señor, que aquella túnica morada perfumada de incienso, nos perdure a lo largo del año para que cuando en los senderos de la vida nos encontremos con aquel hermano tuyo te sepamos reconocer, estando seguros de que a lo largo de este año que desde ya nos espera tu serena mirada de pastor amoroso, nos cuidará, así como el buen pastor cuida de su rebaño; tu cuidarás de tus ovejas, nosotros, Las Ovejas de Jesús de San Bartolo.

¡Eterna sea tu devoción… Eterna sea tu Procesión!

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