Anécdota de: Sergio Rodas.
Recuerdo que cuando era un niño, habían dos cosas que me hacían esperar el jueves santo.
Una de ellas era el almuerzo, pues mi familia acostumbraba a ir a la sexta calle, donde se ubicaban los restaurantes chinos. Todos juntos, es un recuerdo valioso.
Sin embargo, cuando Jesús de Candelaria se encaminaba por la calle San Sebastián, nos adelantábamos a la casa de don Héctor Gaitán.
Mientras los señores almorzaban en la mesa, él se sentaba en su sofá y nos contaba historias de la llorona, el cadejo, entre otros personajes maravillosos de la tradición guatemalteca.
Con el pasar de los años, mi abuelo ya no podía caminar tanto y fue amainando dicha tradición. Pero recordar con gran estima e imaginar que aún resuena en mi mente aquella frase con la que iniciaba: «fíjense patojos, como me lo contaron se los cuento, porque todo cabe dentro de lo posible».
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