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La urna del Señor Sepultado de San Felipe: su historia

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Esta es la historia de la urna del Señor Sepultado de San Felipe:

Corrí­an los primeros años del trasladado de la ciudad de Santiago de Guatemala, del valle de Almolonga al valle de Panchoy, cuando el 6 de diciembre de 1559, la Audiencia da una real provisión para amparar a los indí­genas de la milpa de San Felipe “en la posesión de ciertas tierras que los del barrio de Málaga, situados al noroeste de la ciudad, les disputaban.”

Urna-Camerí­n de bronce, obsequio de su devoto Sr. Letona. Consagrada y Milagrosa imagen del Cristo Yacente de San Felipe apóstol. El Viernes Santo de 1942 cuando se estrenó la urna Sepulcral del Cristo Yacente de San Felipe Apóstol.

En la planicie del cerro del Rejón, se fundó la aldea de indí­genas bajo la advocación de San Felipe Apóstol. El terreno estaba sembrado de maí­z, por lo que fue conocido como la milpa de San Felipe.

Fueron pocas construcciones sencillas con una iglesia de caña y paja. Cuando conocimos la aldea por 1939, era pequeña de pocos habitantes, con casas de madera cubiertas de láminas de zinc. La cruzan, una calle larga de norte a sur y tres calles de oriente a poniente.

El centro de atracción de la aldea es su iglesia de calicanto con un ático de tres arcos ojivales al centro y uno de cada lado, donde se venera en su altar mayor, a la milagrosa imagen del Cristo Yacente de San Felipe Apóstol.

La iglesia de calicanto con estilo ojival, es un aporte del padre Pedro Guitard, cuando tuvo a su cargo la Parroquia de San Sebastián con sede en la iglesia de Ntra. Sra. de las Mercedes. Aprovechó los escombros de dicho convento y el estilo rememora a las iglesias de su Barcelona a la que volvió para cerrar sus ojos.

El terremoto del 4 de febrero del año 1976 le causó graves daños, pero siendo una iglesia donde el Cristo Yacente está enraizado en el corazón de los fieles, la ayuda no se hizo esperar para levantarlo de nuevo.

Conoce cómo se realizó la restauración del camarín del Señor Sepultado de San Felipe:

La restauración del camarín y urna del Señor Sepultado de San Felipe

Así comienza la devoción en San Felipe de Jesús

Todo comenzó cuando el cuarto arzobispo de Guatemala, Dr. Don Manuel Peñalver y Cárdenas, hizo su visita pastoral a la parroquia de San Sebastián, en marzo de 1804. Encontró que tanto las cofradí­as de la iglesia principal como de las filiales, carecí­an de principal y atravesaban una carencia de cultos divinos y recursos económicos.

Mandó que el cura párroco -sin causar molestia alguna- se empeñara en realizar las actividades que considerara prudente y de esa manera recobrar el culto divino.

Para la Semana Santa de 1803, en la iglesia filial de San Felipe Apóstol, hubo cuatro celebraciones.

  • Dolores de Ntra. Sra…………………………………………………………….. o2 pesos
  • Bendición de Palmas……………………………………………………………… o2 “
  • Reseña de Jesús…………………………………………………………………….. o3 “
  • Sermón del Descendimiento………………………………………………….. o1

Obsérvese que se habla de una Virgen de Dolores que es, sin duda, la misma que actualmente se venera bajo la advocación de la Soledad. Y del Sermón del Descendimiento. Importante dato que después ampliaremos. La limosna recogida, apenas llegó a 8 pesos.

Y al revisar los enseres, en el Inventario se anotaron los siguientes:

“Principalmente un Cristo de plata,

it. Una Cruz mango de plata; otra Cruz de peaña de altar,

it. Dos cálices con sus patenas y cucharitas.

It. Un insensario (sic) con su naveta y cuchara.

It. Un copón -una custodia- Una salvilla con su vinagera de plata. Una concha para los bautismos en…

It. Un relicario de plata para llevar a Ntro. Amo,

It. Dos alvas con sus amitos,

It. Seis (ilegible) con su (ilegible)

It. Un Ymagen de San Felipe Apóstol con su diadema y peaña de plata,

It.Dos (ilegible) de plata.. Un Cruscifixo con su resplandor de plata,

It. Ntra. Sra. del Rosario, con su resplandor del Niño.

It. Un Santo Sepulcro con su alva,

It. Una imagen de Dolores con su resplandor y daga de plata,

It. Un cajoncito con tres crismas de plata en la Parroquia.

It. Sor. S. José con la vara de plata.” (1)

El Crucifijo con resplandor de plata es la imagen que los cofrades transformaron en Sepultado y con el cual escenificaban las dos ceremonias, de la crucifixión y el descendimiento con un sermón previo.

Su culto como Cristo Yacente nació en el primer cuarto del siglo XIX y su fama de milagroso, se debe a un favor recibido por doña Justa Noriega. Una dama sencilla y piadosa que se encargó de divulgarlo y pronto se extendió no solo en la aldea sino más allá de las fronteras nacionales.

Desde que fue transformado en imagen yacente, se le cubrió con una tunicela blanca. La posición de la cabeza, de las piernas y de los pies, no ocultaba que se trataba de un crucificado.

La confirmación pública, vino el año de 2009 cuando fue retocado y para preservar la nueva encarnación, se mantiene expuesto en su urna-altar, sin la tunicela y se aprecia con claridad la anatomí­a de un crucificado.

La procesión del Señor Sepultado de San Felipe

En sus inicios a mediados de 1800 su procesión fue sencilla como sencilla era la aldea. A finales de dicho siglo, llegó hasta el parque central de la Antigua Guatemala. La confirmación de este dato, es la trifulca que armaron los cucuruchos de San Felipe y de la Escuela de Cristo en la tarde del Viernes Santo 16 de abril de 1897, al encontrarse las dos procesiones en la Calle del Arco frente a la Farmacia Coronado, y al no ceder una a la otra el paso por el medio de la calle, bajaron las andas y los cucuruchos se dieron de golpes con las candelas que portaban para alumbrar durante la noche. Calmados los ánimos, la de la Escuela de Cristo le cedió el paso a su “Tocayo” de San Felipe y cada una siguió su recorrido procesional. (2)

La diferencia de clases sociales -muy marcada entonces- pudo ser la causante de ese motí­n. La procesión de San Felipe se replegó en su aldea y llegaba a la ciudad de Antigua Guatemala, apenas a la esquina de Zacateros (Calle Ancha y Calle de San Sebastián). Los alguaciles de San Felipe, machete en mano, formaban un cí­rculo para obligar que la procesión se devolviera por la misma subidita de San Felipe con dirección a su templo. La presencia de don Marcelino Marroquí­n en el cargo de Presidente de la Hermandad, fue por demás beneficiosa. Una apertura necesaria. La procesión llegó hasta la Merced, luego al parque de la Unión y por último a la Escuela de Cristo. Recorrió el itinerario tradicional de las demás procesiones.

El segundo perí­odo de un antigüeño, fue para don Guillermo Alvarado. Con él ingresaron a la Hermandad, más antigüeños.

Los pintores populares que plasmaron sobre hojalata, el suceso y el clamor ante la milagrosa imagen, dejaron testimonio en los ex votos, cómo era la urna en la que salí­a en procesión la imagen del Cristo Yacente. La base de la urna del Señor Sepultado de San Felipe de 1885, era un paralelolepí­pedo de tipo recto con cuatro patas de león. La cubierta un poco alta con cuatro bolillos en los extremos. La imagen ya vestí­a su tunicela blanca. .

Este dibujo pertenece a 1889. Se mantienen las mismas lí­neas de la urna y la base con algunas variantes.

Este dibujo no tiene fecha, pero las lí­neas de la urna son las mismas. Sencilla, con vidrios corrientes y la imagen con su tunicela y las lí­neas de un crucificado.

Después salió en una urna con bases angulares de talla sencilla sobredorada. Estuvo por mucho tiempo arrumbada en una pieza contigua por donde estaban las escaleras para subir a besarlo. Esa urna la vendió la hermandad a una cofradí­a de un pueblo vecino.

Un devoto de la milagrosa imagen del Cristo Yacente, de apellido Letona, le obsequió en 1937, una urna de bronce que mandó a construir en Paris.

Con mucho esfuerzo, los cucuruchos apenas lograron llevarla sobre sus hombros, hasta el ático del templo. Ante el inmenso peso, optaron por devolverla y procurar la urna del Señor Sepultado de la Merced en la que salió en procesión por largos años.

La urna de bronce se convirtió en su camerí­n y es donde actualmente está. Al pie derecho se encuentra una placa que contiene el nombre completo y el año del donante.

La Hermandad bajo la presidencia de don Guillermo Alvarado mandó a construir una urna propia y tan delicado trabajo se le encomendó al carpintero, ebanista y tallador don Francisco Paz quien contó con el aporte del entonces joven tallador Fidel Guerrero Ardón. Don Francisco Paz era persona mayor, mientras que Fidel Guerrero era un joven promesa.

Se tomó de modelo la urna del Señor Sepultado de la Escuela de Cristo. El trazo y la talla fue diferente pero artí­stica. Los cuatro angelitos que sostienen la urna fueron tallados por Fidel Guerrero como un aviso de lo que serí­a años después, un artista y delicado tallador.

Como muestra de lo que son capaces los artistas talladores antigüeños, la urna se exhibió en las vitrinas de la Empresa Eléctrica, tanto de la ciudad de Antigua Guatemala como de la ciudad Capital donde fue ampliamente admirada.

El primer año lució la preciosidad y delicadeza de su talla. Al siguiente, se mandó a dorar y alcanzó brillantez el trabajo de dos artistas talladores que dejaron su impronta en la urna y en otras obras que siguen siendo admiradas por la calidad de su trabajo

Esta urna del Señor Sepultado de San Felipe se costeó con limosnas espontáneas de sus tantos fieles que jamás niegan su apoyo.

Fieles muy sencillos le acompañan en todo el recorrido sin importar cuan largo sea. En cada mano llevan cuatro o cinco velas encendidas y con esa ofrenda y penitencia siguen al Cristo Yacente desde la salida hasta la entrada de la procesión.

Es admirable la entrega devocional sin tiempo ni distancia, mientras la venerada, milagrosa y consagrada imagen del Cristo Yacente de San Felipe Apóstol, reposa en urna sepulcral, salida de las manos de artistas antigüeños y en hombros de sus cientos de fieles cucuruchos, recorre su aldea y las calles centenarias de la ciudad de Antigua Guatemala.

Fuente: Artículo de Mario Gilberto González, la Hora sobre la Urna del Señor Sepultado de San Felipe.

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