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La primera procesión en Guatemala se realizó en Santiago de los Caballeros

Las cofradías o hermandades surgieron en España en la Edad Media, pero no es sino hasta el siglo XVI cuando llegan a Guatemala para venerar la pasión y muerte de Jesús y dar vida a las procesiones, que con el tiempo se convirtieron en la mayor expresión cultural cristiana del país, especialmente en Antigua Guatemala.

En la Europa medieval surgieron las cofradías gremiales o sectoriales, pero no es sino hasta el siglo XVI que se consolidan, principalmente en España, como hermandades religiosas con funciones establecidas en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica, con el fin ­ —como es el caso de Guatemala— de mantener la tradición procesional, esencialmente en cuaresma.

Aunque no hay una documentación muy amplia, la primera cofradía registrada oficialmente (1527) fue la de La Inmaculada Concepción, del templo de San Francisco, en Santiago de los Caballeros —hoy Antigua Guatemala—. Sin embargo, debieron pasar unos años hasta el 10 de marzo de 1543, cuando sale a las calles, de la entonces capital de Guatemala, la primera procesión.

Documentos de la Iglesia Católica muestran que no fue sino hasta décadas más tarde (1582), año en que surge la cofradía de La Merced, que, sin embargo, no tuvo una procesión sino hasta 1655, cuando recorrió las calles de la ciudad un Jueves Santo por la tarde y noche, e ingresó al templo en horas de la madrugada del Viernes Santo. Se puede decir que es a partir de este momento que principia la tradición de las procesiones en la hoy llamada ciudad Colonial.

La importancia de las cofradías era tal, que el Papa Inocencio XI, tuvo que intervenir en 1677 en un conflicto procesional que se creó entre la iglesia de La Merced, y la de Candelaria. La solución que el pontífice encontró fue la de mantener para el Jueves Santo la procesión de Jesús de la Candelaria y para el Viernes Santo, la de Jesús de la Merced, por ser esta última, una imagen que muestra el camino de Jesús hacia el Calvario.

Otras cofradías principiaron a organizar desfiles procesionales, que, poco a poco, se fueron trasformando, hasta alcanzar el esplendor y dimensión que conocemos hoy de las procesiones, siempre ligadas a las imágenes de Jesús y María. Una de ellas fue la de Jesús Nazareno de las Tres Potencias, era venerada, originalmente, en la iglesia conocida como Escuela de Cristo. Esta imagen, que en un principio se atribuyó al escultor Quirio Cataño, fue tallada por Alonso de la Paz y Toledo, a solicitud de la Orden de los Padres Filipenses. La imagen, como toda la orden religiosa, se traslada más tarde al Valle de la Ermita, con el cambio de la capital.

Entre las cofradías más importantes, que nacieron en Santiago de los Caballeros, está la de la Santa Pasión, cuyos cortejos procesionales transitaban las calles de la ciudad el Domingo de Ramos. Cabe destacar, que esta cofradía se organizó por y para los caballeros y familias de la alta sociedad. Este esquema se replicó tanto en la época, que al Nazareno de la Escuela de Cristo se le conocía como Jesús Nazareno de los Nobles.

Como puede apreciarse, las cofradías y las procesiones toman los nombres de sus imágenes. Ese es el caso de la imagen de la ermita de la Santa Cruz del Milagro, siempre en Santiago de los Caballeros, que toma el nombre de Nazareno de los Milagros. Cuenta la historia —incluso oral— que la ermita fue construida luego de que en 1683, una cruz, ubicada en ese lugar, tembló milagrosamente.

Este es un ejemplo de la manera en que se constituían muchas veces las cofradías. Resulta que durante mucho tiempo no hubo documentos que muestren la existencia de alguna imagen destacada en la ermita, hasta que aparece un vecino, Lorenzo Paz, quien hace la donación de un Jesús Nazareno, con la condición de que se pueda fundar la hermandad para dar mayor honra y gloria a Dios. Documentos de la época registran que el hecho ocurrió en 1763.

No siempre el origen de las procesiones ha sido el de exaltar los temas devocionales de cuaresma. En 1773, se utilizó al Jesús de la Candelaria para hacer una procesión rogativa por las calles de Santiago de los Caballeros, con la intención de pedir protección para los vecinos, a causa de una peste de viruela que asoló la ciudad. Se hizo así, porque la imagen era, para entonces, la que más devoción de los católicos tenía.

Ya en aquella época, la tradición católico-cristiana marcaba la Ciudad de las Rosas y principiaba a darse un reconocimiento y prestigio que llegaba hasta España. Sin embargo, la naturaleza provocó cambios en la historia de Guatemala, al registrar una serie de sismos, conocidos como terremotos de Santa Marta (Julio de 1773), que provocaron la destrucción de la ciudad y, particularmente, varios de los templos católicos de la época, la mayoría de ellos emblemáticos de las diferentes procesiones.

Aunque no se puede decir que la destrucción era total, el Capitán General, Martín de Mayorga, solicitó el 21 de julio de 1775, el traslado de la ciudad, y lo hizo ante el rey Carlos III, también conocido como El político, o el Buen alcalde de Madrid. Con la venia del monarca, el ayuntamiento estableció las bases para el llamado Establecimiento Provisional de La Ermita, al tiempo que se extinguía el nombre de Santiago de los Caballeros, y nace la Nueva Guatemala de la Asunción, y por ende, para la destruida ciudad, el de Antigua Guatemala.

El terremoto y los preparativos del traslado de ciudad hicieron que las precesiones dejaran de salir. No fue sino hasta 1776 cuando la imagen del Jesús Nazareno de la Merced volvió a su tradicional recorrido de Viernes Santo.

Uno de los problemas que se enfrentaba con el traslado de la ciudad, era el arraigo cultural, tradicional y religioso de las personas. Por eso, Martín de Mayorga, ordena que se trasladen las piezas más simbólicas, entre ellas, precisamente, esta de La Merced. La intención llevaba implícito que se mudara la orden religiosa de los mercedarios. El traslado de las imágenes escribió uno de los capítulos más pintorescos y destacados del cambio de ciudad.

Corría el año 1778, y la orden de traslado provocó tanto dolor en los fieles, que se narra que lloraban a su paso, y los feligreses exigieron ser ellos mismos quienes hicieran el recorrido cargando las imágenes entre lágrimas y cánticos por la pérdida que tenían, ya que muchos de los vecinos no aceptaron el traslado.

Cuando las imágenes llegaron al lugar en donde sería construido el templo de La Merced, no había un lugar adecuado para colocarlas, por lo que se guardaron en una improvisada construcción de madera.

Sobreviviendo adversidades

Posiblemente uno de los valores y tradiciones más importantes que jamás perdió la ciudad con el cambio de Santiago de los Caballeros, al de Antigua Guatemala, fue precisamente el fervor religioso a las procesiones. Muy pronto las cofradías y hermandades intensificaron sus esfuerzos para hacer que de los destruidos templos resurgieran las procesiones con todo su esplendor.

Pero no se pueden ignorar los vaivenes políticos en que constantemente se vio envuelta la iglesia católica, golpeada por el liberal Mariano Gálvez, al que luego ayudan a derrocar, precisamente, por los privilegios que les había retirado, entre ellos, algunos afectaban a las cofradías. La calma vuelve con Rafael Carrera, quien incluso permitió el regreso de algunas ordenes que habían sido expulsadas por los liberales.

Con el retorno de los liberales en 1871, de nuevo la iglesia es blanco de ataques y persecución, pero a todo logra sobrevivir, y en el siglo XX con una mayor estabilidad, las ordenes religiosas se fortalecen y con ellas las cofradías y hermandades, que fortalecen las actividades de las procesiones. Larga historia resumida aquí, pero que sirve para entender el valor de tener lo que hoy se tiene como una de las más bellas celebraciones de Semana Santa en el mundo.

Recuperado de: Crónica.

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