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La elevación a Basílica del Rosario de la Parroquia Santo Domingo en Guatemala

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El templo dominico desde entonces es conocido como «Basílica de Nuestra Señora del Rosario», consagrado a la Patrona de la República de Guatemala.

La solemne ceremonia fue autorizada por el Papa Paulo VI y realizada en su nombre por el cardenal Mario Casariego y Acevedo, arzobispo de Guatemala.

«El fervor religioso y la devoción del pueblo católico de Guatemala a la Virgen del Rosario, se pusieron de manifiesto ayer, en los solemnes actos litúrgicos con que culminaron los actos por la proclamación oficial de la basílica de Nuestra Señora del Rosario y celebraciones del octavo centenario del nacimiento de Santo Domingo de Guzmán», iniciaba la nota periodística.

Previo a la lectura de la bula del Santo Padre Paulo VI declarando oficialmente la elevación a basílica menor de Nuestra Señora del Rosario, el cardenal Mario Casariego y Acevedo, arzobispo de Guatemala, hizo la solemne dedicación y consagración del templo. Asistido por los reverendos padre Jacinto Hoyos, provincial de los dominicos venido especialmente de España para la ocasión y fray Luis Estrada Paetau, prior de Santo Domingo y rector de la basílica.

A la ceremonia asistieron representantes de los tres poderes del Estado, de la municipalidad capitalina, cuerpo diplomático, hermandades y asociaciones religiosas.

Foto de primer siglo de la Basílica del Rosario, Parroquia de Santo Domingo

Dedicación al Santo Rosario

A las 9 horas llegó el cardenal Casariego al templo revestido con mitra y báculo y golpeó tres veces con el báculo la puerta de la iglesia que permanecía cerrada y vacía, solamente un diácono revestido de amito, alba, cíngulo y estola morada.

Al mismo tiempo que clamaba a la puerta el cardenal dijo: «Levantad vuestras puertas, príncipes y que se eleven las puertas eternas, y entrará el Rey de la Gloria».

Quién es ese Rey de la Gloria: entonces -todos clamaron ¡Abrid! y al abrir la puerta el cardenal Casariego hizo una cruz sobre el umbral diciendo: «He aquí el signo de la cruz; huyan todos los fantasmas y entraron todos a la iglesia a tiempo que el cardenal decía: La paz sea en esta casa y todos respondieron, Amén.

Después de repetir por tres veces el nombre de la Virgen y de los santos cuyas reliquias se pusieron en el altar, penetraron todos a la iglesia rezando las letanías de los santos, y otras oraciones rituales, hasta que se arrodilló frente al altar mayor.

El cardenal con la mitra puesta rodeó el interior del templo rociando con el aspersorio de hisopo las paredes con agua bendita gregoriana, comenzando por detrás del altar mayor, siguió por el lado del evangelio y terminó en el punto de partida, mientras el coro entonaba el salmo 121.

A continuación el prelado roció con agua bendita el pavimento de la iglesia por el centro, empezando desde el altar hasta la puerta principal y después en sentido transversal, desde una pared a la otra, empezando por el lado del evangelio; el coro cantaba la antífona: «No hay aquí otra cosa más que la casa de Dios y la puerta del cielo».

Terminada la aspersión, el cardenal Casariego volvió al altar, donde efectuó el acto de la purificación del mismo, rociándolo con agua bendita gregoriana; después subió al altar y mojando el dedo pulgar de la mano derecha con el agua gregoriana hizo cinco cruces en la mesa del altar, una en cada extremo y otra en el centro, al mismo tiempo decía: «Sea santificado este altar, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Mientras tanto uno de los ministros esparció ceniza por el suelo del presbiterio, haciendo una gran cruz de San Andrés, en lo que el coro entonaba una antífona.

Después de otras oraciones, el prelado con mitra y báculo, llegó al lugar donde fueron esparcidas las cenizas y con la extremidad del báculo escribió sobre las cenizas el alfabeto griego, empezando por el ángulo inferior izquierdo y el alfabeto latino, empezando por el extremo inferior derecho.

Después de otros cantos, el cardenal Casariego, de pie mirando al pueblo dio una oración para bendecir el templo.

Luego dejó los ornamentos morados y se puso otros blancos, y procesionalmente fue con quienes lo asistían al lugar donde habían puesto las reliquias de los santos las cuales fueron llevadas al altar donde el cardenal las incensó y después sin mitra las tomó y colocó reverentemente en el sepulcro del altar.

Foto de primer siglo de la Basílica del Rosario, Parroquia de Santo Domingo

Consagración de la Basílica a la Virgen del Rosario

Seguidamente se hizo la consagración del templo, empezando por rodear la iglesia por el lado del evangelio hacia la puerta principal y ante cada una de las 12 cruces negras incrustadas en las columnas,.

Se paró y formó con el pulgar derecho mojado en crisma, una cruz diciendo: «Sea santificado y consagrado este templo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en nombre de Dios y en memoria de Nuestra Señora del Rosario». El cardenal hizo lo mismo en la mesa del altar.

Luego de la consagración, el cardenal se revistió con ornamentos blancos y concelebró una misa con los padres dominicos.

El cardenal pidió que la primera misa que se oficiaba en la basílica fuera por intención del Papa Paulo VI, por la paz y tranquilidad de Guatemala.

Durante la homilía hizo una referencia histórica sobre la llegada de la orden dominica a Guatemala, la cofradía del Rosario y la fundación del templo en la Ermita.

Casariego leyó la bula papal en la cual consta que a petición del cardenal arzobispo de Guatemala y tomando en cuenta la antiquísima fe y devoción del pueblo por la Virgen del Rosario que se venera en el templo de Santo Domingo, se eleva éste a la categoría de Basílica Menor, con todos los derechos y privilegios que competen a los templos de tal categoría.

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