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Jesús Sepultado de San Felipe y el milagro en su procesión de rogativa

Me contaba don Asunción Villatoro, un ancianito de 87 años que, a no ser de una afección del corazón que padece, sería como un hombre de 40 pues está todavía muy fuerte. Pues me decía que en el año 1909 una horrible sequía azotaba a nuestra sufrida Guatemala, no sólo en Sacatepéquez sino en toda la República.

Se tenían noticias muy tristes; todas las siembras se habían secado, los animales con la lengua de fuera se ponían rabiosos, el agua potable tan abundante en los nacimientos escaseaba; en fin, que toda Guatemala clamaba al cielo misericordia.

Aquí en la antigua el Sacerdote de la Merced era un verdadero santo y andaba socorriendo a los vecinos como podía; el hambre y las enfermedades empezaban a hacer estragos, y el en su burrito recorría los pueblecitos socorriendo a aquellos desgraciados.

Los animales salvajes huían por los incendios o en busca de agua y alimento hacia los poblados. El sacerdote vestía sotana que de vieja ya no era negra sino morada y llena de remiendos; a veces era lo único que cubría su fatigado cuerpo, pero viendo cualquier necesidad sin tomar en cuenta su persona socorría a todo aquel que lo necesitase.

Este santo varón hizo misas y rezos, y exhortaba a los fieles a hacer oración pero era inútil; el calor era sofocante, el astro rey hasta muy entrada la tarde enviaba sus ardorosos rayos desesperando así a todos los habitantes de nuestra querida patria.

Cierto día el sacerdote desde el púlpito se dirigió al pueblo diciéndoles así;
_ Haced penitencia, hijos míos, Dios cansado de tantas ofensas necesita pruebas de fe de sus hijos; no es castigo, es una pequeña prueba a la que nos está sometiendo. ¿Están todos ustedes dispuestos para una penitencia? Bueno, todo aquel que calcule haber ofendido a Dios Nuestro Señor, que venga mañana con un objeto pesado, vamos a sacar al Milagroso Señor de san Felipe en una procesión de rogación por esta necesidad que hay; toda la noche estaré confesando hasta las 12, para que comulguen mañana en la misa que se hará en el templo de san Felipe, y a las 10 de la mañana saldrá nuestro Cristo Yacente en procesión de rogativa y penitencia.-

Fueron miles de fieles los que confesaron y comulgaron ese día; a las 10, con un sol abrazador, se inició la procesión sacando la imagen del milagroso del cristo yacente de su camarín. Era de verse aquella multitud; unos con enormes piedras, otros a forma de cruz arrastrando un enorme tronco de árbol, pequeños y grandes llevaban un peso encima.

Unos caminando de rodillas sangrando, otros rezando en cruz con los brazos extendidos. Así salió aquella memorable rogación de los antigüeños.
Comenzó a recorrer la estación, pasando por Jocotenango y por la calle ancha de los herreros, para entrar a la carretera doblando la esquina de zacateros.

Cuando llegamos a la cruz de san Felipe – me cuenta don chon-, el sol estaba que quemaba; en el limpio cielo azul, se divisaba apenas una nubecilla; los penitentes seguían sus rezos; compenetrados de fe no sentían vanidad, ni deseo de exhibirse, sólo la necesidad de pedir perdón a Dios de sus culpas.

Entonces ante los asombrados ojos de aquellos penitentes, gruesas gotas empezaron a caer formando un bello arcoíris en el cielo; anuncio elocuente de que sus ruegos habían sido oídos.

Faltaría una cuadra para llegar al templo, cuando inesperadamente el sol se ocultó por un mandato superior, dando paso a un torrencial aguacero, y por orden del sacerdote apresuraron el paso para evitar que se mojara la milagrosa imagen del Señor Sepultado de san Felipe.

Con lágrimas en los ojos me dice don Chon:
“Eso lo vi yo, con estos ojos que se han de comer los gusanos, si señora”.

Rosa Carlota Flores de González
Antigua Guatemala

Fuente : Milagroso Señor Sepultado de San Felipe