(Texto original de Julián Jiménez)
Siempre me he confesado devoto de las imágenes de la Recolección, pero en especial de Jesús Nazareno del Consuelo. Tengo 16 años y este es mi tercer año cargando en las «ligas mayores» como le llamamos a las procesiones de adultos.
Mi primer turno de hecho fue con Jesús del Consuelo en el año 2013. Al año siguiente por diferentes motivos no pude cumplir con la tradición y cargar mis turnos. Lloré como nunca, el paso de mi Jesús de la dulce mirada y de Jesús de la Merced fueron los más difíciles de ver.
Este año, sin embargo, gracias a Dios pude decir presente de nuevo entre las filas de Jesús del Consuelo en su procesión de velación el primer domingo de cuaresma recién pasado.
Mi mama y yo vivimos solos, y es difícil asistir a mis turnos ya que a ella no le gusta el hecho de que cargue, por miedo a lastimarme la espalda. Yo le pedía mucho a Dios que influyera en mi mamá y me llevara a cargar, hasta que se llegó el primer domingo de cuaresma.
Estaba muy emocionado cuándo mi mama me dijo que me llevaba a cumplir con mi turno. Ese día yo cargaba hasta las ocho treinta de la noche, así que se me ocurrió que porque no veía a Jesús salir del templo.
Sabiendo que la respuesta posiblemente era un no, decidí preguntarle a mi mama, llevándome la sorpresa de que me dijo que sí. Emocionado salí con mi prima a encontrar a Jesús sobre la tercera calle y cuarta avenida, en donde me incorporé a las filas caminando hasta unas cuadras antes de mi turno, donde salí para esperar a que Jesús llegara.
Mi mama ya me estaba esperando ahí, con una emoción algo inusual en ella. Faltando unas 3 cuadras para que llegara el anda, me fui a colocar a mi lado respectivo, el lado izquierdo, ahí perdí de vista a mi mama.
El anda pasó frente a mí y yo me arrodillé y le di las gracias porque me permitió vivir ese momento. Ya que mi papa no vive conmigo, encuentro en Jesús del Consuelo a ese padre que me ama y me cuida, y al poner el hombro en el anda supe que ahí era donde pertenecía.
Ya estaba con mi papa, ahora faltaba mi mama, ¿dónde estaba? Nos tocó virar a Jesús y fue ahí donde la vi. Estaba en la esquina, con los ojos llenos de lágrimas, viéndome emocionada cargar. Al verme solo vi que dijo entre labios «te amo» y cerré los ojos apretando mi cabeza contra el anda, dando gracias porque mi familia ese día estaba completa. Mi mama, mi papa y yo estábamos juntos, ese día en el mismo lugar.