Haré un alto en esta ocasión para dejar de hablar de los adornos de la década de los años ochenta y me enfocaré en recordar uno de los momentos más emocionantes de la procesión del Santo Entierro del Cristo Yacente del Calvario: la liberación de un preso, a su paso en la desaparecida “Penitenciaria Central”.
El tradicional indulto en el Santo Entierro del Cristo Yacente del Calvario
El acto consistía en otorgar indulto a algún presidiario que reunía varias características, entre ellas, haber cometido un delito considerado menor y demostrado buena conducta.
Posterior a ello, el liberado debía realizar un sencillo acto simbólico de implorar tanto el perdón a Dios como a la sociedad. A continuación, el preso era desencadenado y obligado a continuar dentro del cortejo procesional.
Sobre la desaparecida prisión, se conoce que su construcción inició el 27 de febrero de 1877 en el terreno denominado “El Campamento”, comprendido de la 21 a la 22 calles entre 7ma. y novena avenidas, para ese entonces, en un sector considerado como alejado de la ciudad.
Se inauguró el 3 de octubre de 1892 bajo el gobierno de José María Reyna Barrios. La Penitencia Central guardó tantas historias, entre ellas, la de Roberto Isaac Barillas (1884-1968), apoyado “Tatadiós», quien asesinó al victimario de José Coronado Aguilar el 9 de abril de 1920 siendo perseguido por la población que presenció el crimen.
En su afán de proteger su vida, toca las puertas de la Penitenciaría; los guardias de la misma lo defienden y recapturan. Al respecto, Humberto Pérez Montenegro comenta la siguiente anécdota: “La historia de Tatadiós, la había oído cuando era joven, 1950, porque todavía cuando pasaba la procesión del Calvario por la penitenciaria, daban libertad a un reo, y muchas veces le tocaba a él, pero prefería quedarse en su casa, porque estaba más seguro.”
Nunca he encontrado mayores datos sobre el paso del Santo Entierro del Calvario frente a la antigua Penitencia Central.
Es muy probable que la primera vez fue alrededor de 1957 o 58 cuando se produce la reorganización administrativa y más que ello, el cambio de sentido de la procesión, de haber sido un Santo Entierro del Cristo Yacente del Calvario a la manera clásica para convertirse en un cortejo sumamente vistoso, impecable y suntuosamente presentado.
Pero ¿de dónde pudo haber surgido la idea de realizar el acto conmovedor y emotivo de liberar a un preso?. Se sabe que la liberación de un preso es una tradición sumamente antigua que se remonta al siglo XV, posiblemente en 1447, cuando Juan II de Castilla promulgó la Ley del Perdón del Viernes Santo.
En la ley se especificaba que cada año con motivo de la Pasión de Jesús se liberaría a un reo. La institucionalización de la medida tendría lugar 312 años después por Carlos III.
En aquel año una grave epidemia asoló la ciudad de Málaga y las autoridades decretaron la suspensión de las procesiones.
Los presos pidieron portar una imagen, una medida que fue denegada y que provocó un motín en el que los presos huyeron para portar la imagen religiosa por la ciudad.
Tras la procesión volvieron a la cárcel y de forma milagrosa desapareció la epidemia. Carlos III quedó conmovido y concedió la pragmática real que recoge el privilegio de indultar un preso antes de cada Semana Santa.
Décadas atrás, en la Antigua Guatemala se realizaba un acto similar al paso de la procesión de Jesús Nazareno de La Merced frente a la cárcel.
Es muy probable que dicha práctica haya sido llevada al Calvario por la junta directiva comisionada por Monseñor Mateo Perrone para reorganizar la procesión, que como muchos conocemos, tenían fuerte vinculación a la Semana Santa de la Ciudad Colonial.
El 15 de mayo de 1968 concluyó la demolición de la Penitenciaría Central, no obstante, el tradicional acto de liberación de un preso continuó hasta la década de los años ochenta y era concedido a uno ubicado en alguna de las granjas penales del país.
Este acto, dadas las falencias de nuestro actual Sistema de Justicia habría sido imposible mantener hasta el día de hoy, por muy menor que hubiese sido la falta cometida por el beneficiado, quedando tan sólo como un recuerdo romántico de la emblemática procesión del Santo Entierro del Cristo Yacente del Calvario.
Por: Israel Santos