La Dolorosa franciscana
Se escucha un ruido como de viento embravecido, trato de levantarme pero no puedo ponerme de pie. Está temblando muy fuerte, caen los muebles.
Cuando por fin logro ponerme de pie corro para la puerta pero está atorada, con gran fuerza logro tumbarla, está obscuro es de madrugada aún.
No se qué está pasando, salgo a la calle y veo a personas tratando de rescatar a su familia de entre las ruinas, gritos, llanto de desesperación.
Vivo a pocas cuadras de la Casa Central, no hay luz ni agua, no tengo noción del tiempo pero ya los rayos del sol alumbran tímidamente.
Escucho unos cantos tristes que provienen de la iglesia de la Casa Central. Aunque soy nuevo en el barrio trato de ayudar a los vecinos, muchos tienen a sus muertos enrollados con sábanas en las banquetas, el ambiente es desgarrador.
Pasan los días, la calle huele mal y mi único amigo en la capital me pide ayuda para mover los muebles de su casa, la cual no sufrió mayores daños.
Bajo buscando la 13 calle y veo el monumental Templo de San Francisco con severos daños. La parte de atrás del templo está cuarteada, no puedo evitar sentir una gran nostalgia y tristeza al ver el inmenso e imponente templo ahora vulnerable.
Un camión recoge el ripio que está por todo lados, por curiosidad me quedo observando y veo entre el ripio pedazos de imágenes.
¡Que ven mis ojos!
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal… mis rodillas se doblan y veo entre el ripio que lleva el camión un rostro bellísimo, mi corazón palpitaba sin cesar: era La Madre de Dios.
Repentinamente una mujer corre hasta el camión y abraza aquella imagen de Nuestra Señora; silencio interrupido por sollozos de lágrimas y palomas blancas que revolotean.
La señora logra rescatar una joya entre piedras, nunca olvidaré ese rostro tan especial de aquella imagen de María; su boca como capullo de rosa, con un gemido sin ser pronunciado que reflejaba tanto dolor, lágrimas tan naturales, un sentimiento extraño se apodera de mi.
Como los familiares que poco a poco iban apareciendo, así sentí en mi alma al ver aquella hermosa señora pequeña y linda, mi Madre fue encontrada cuando de pronto veo la hora. La tarde se me hacer hermosa y como que si estuviera en un trance, aquella visión terminó.
Años después visito la ciudad Capital, todo ha cambiado; por mi edad ya me cuesta caminar, entre las personas me encuentro frente al monumental Templo de San Francisco, entro y hay un encortinado morado; no me había percatado de que estábamos en Cuaresma, camino hacia el altar y en la capilla de Seráfico, Padre San Francisco.
La veo a Ella, enlutado manto, nítida ¡Espléndida!. Aquellos ojos, aquella boca y aquellas lágrimas…. ¡La dolorosa de San Francisco!.
Sólo pudieron pronunciar mis labios dos palabras: La Dolorosa Francisana.
Cuento entorno a la Dolorosa Franciscana; extraído de la página oficial Cofradía de la Santa Vera Cruz