De seguro notaste muchos detalles del adorno en la 68° procesión en honor a los fieles difuntos con el Señor Sepultado de la Escuela de Cristo el pasado 1 de noviembre de 2017.
Sobre una base de arquitectura colonial que representa un mausoleo, al frente del andas leemos “Yo no soy nada y del polvo nací”, un bello ángel sostiene en su mano una corona de ciprés, como representación de la ofrenda póstuma que hacemos año con año a los seres queridos que han partido de este mundo.
Al centro del andas bajo un bello templete, inspirado en detalles de los campanarios del templo de Nuestra Señora de los Remedios, el cuerpo yacente de nuestro Señor Jesucristo, quien nos recuerda el miedo y tormento de la muerte, conforta y alienta al saber que la muerte es un encuentro de amor con Dios.
Contempla el cuerpo de Cristo, su Madre, María Santísima de Soledad, quien nos da la resignación de una madre al ver morir a su hijo, pero ella sabe que existe una resurrección a la vida eterna.
En la parte final, representando un homenaje póstumo a todos los devotos cargadores de la Escuela de Cristo, un ángel llora sobre una tumba y nos recuerda que escrito está: “Hijo mío, por el muerto derrama lágrimas, gime y entona el canto fúnebre; dale sepultura, según lo merece, y no faltes a su funeral; llora de dolor, guárdale luto y hazle el duelo que merece, uno o dos días para las lágrimas, después consuélate de la pena porque la pena acarrea la muerte”
Cierra el conjunto monumental, la frase de resignación “Pero tú me amas y moriste por mi” la cual nos exhorta a reconocer el amor de Cristo, quien por su cruz y resurrección nos ha salvado.