(Texto original de Ruben Johnson)
Originario de Jutiapa y desconociendo la Semana Santa en la ciudad de Guatemala, siempre con mi familia, mis padres y mis dos hermanos, viajábamos de vacaciones al Puerto de San José para esta hermosa época, así fue siempre y rigurosamente hasta mis 14 años.
Cuando cumplía mis 14 años y 2 meses, en el año de 1979, en mi casa había necesidad de ponerme a trabajar y gracias a Dios comencé a hacerlo de trabajador de limpieza y ahí conocí a mi gran amigo Walter Cifuentes.
Walter, a quien cariñosamente le decimos “el payaso”, es un fiel cargador de las procesiones en la ciudad de Guatemala. Cuando llegó la cuaresma del año 1980, ya estudiando juntos en la nocturna de la Justo Rufino Barrios, me dijo: ¿Vos Nunca has cargado? A lo que contesté ¿qué es eso vos?
Me explicó lo que para mí era desconocido y me dijo “te compre un turno”. Entonces le contesté que “probaría” aquella nueva experiencia para mí y quedamos en que me lo entregaría cuando fuera a recogerlo.
Le dije entonces que le debía Q.1.50 por el turno, pero me dijo que me lo quería regalar.
Se llegó el día en que me dio mi turno para el Señor Sepultado de la Recolección, para Viernes Santo y recuerdo que vi la cartulina y la dirección era la 1ª. Avenida y 2da. calle de la zona 1 y me dijo es como a las 8:30 P.M. que vas a cargar. En aquel tiempo creo que la procesión del Santo Entierro entraba como a las 9:30 o 10:00 P.M. Más o menos recuerdo.
Pero como dije al principio, con mi familia siempre íbamos al Puerto de San José, efectivamente, desde el Domingo de Ramos nos fuimos a la playa. Pero también, rigurosamente el Viernes Santo a las 3:00 de la tarde rezamos el Credo como es tradición.
Comenzamos a rezas con respeto en la arena del Puerto de San José y casi cuando íbamos a medio rezo, veo a mi papa y sentí un escalofrío en todo mi cuerpo. En ese momento recordé lo del turno que mi amigo Payaso me había regalado, entonces interrumpí el rezo de mi mamá y les dije, me voy: “me voy porque tengo que cargar”. Y fue así como salí en calzoneta a ponerme mi ropa y me regresé a la capital.
Así fue como conocí a nuestros nazarenos desde el Viernes Santo de 1980 y hasta hoy en día, aún Dios me ha permitido tener el honor de seguir cargando a las imágenes de pasión, mis nazarenos. Así vivo mi vida cada Cuaresma, cada recuerdo, cada vivencia de casi 35 años y espero que Dios me permita seguir haciéndolo.